— ¿Ves aquel cerro?

— Sí

— Pues ahí es San Gaspar.

No se ve muy lejano el cerro señalado. De hecho son sólo 22 kilómetros los que separan a la cabecera municipal de Pinal de Amoles de la comunidad de San Gaspar. Sin embargo, para llegar ahí es necesario recorrer cerca de hora y media en auto, camión o camioneta y más de tres horas caminando.

El camino —sinuoso y accidentado, más de lo normal en esa zona— está resguardado por un amplio ejército de robles, encinos, escobillos, pinos y madroños. El alucinante paisaje de la sierra queretana contrasta con el grotesco camino de terracería que conduce a esta comunidad.

La vieja y descuidada carretera rural anuncia las magras condiciones de una comunidad que, aseguran sus habitantes, ha sido olvidada por los gobernantes. Los de ahora y los de antes. “Desde hace muchos años hemos pedido que compongan el camino. Presidentes municipales van y vienen. Nos dicen que lo van a arreglar, pero hasta la fecha no han arreglado nada; pero eso sí, cuando hay campañas, vienen, les pedimos que nos ayuden con la carretera y el agua —que es lo principal— , dicen que sí, pero al final no hacen nada”, señala Mauro Vega, subdelegado de esta comunidad.

Abastecimiento de agua, un gran problema.

Pero este no es el único problema de San Gaspar. El abastecimiento de agua potable y el cierre de la única tienda comunitaria Diconsa que tenía la comunidad agravan la desesperanza de este poblado que cuenta con una población de poco más de 115 familias.

“Ya metí varias solicitudes para que compongan el camino y lo del agua. Los de la CEA (Comisión Estatal de Agua) nos dijeron que ellos iban a ponerla. Ya hasta habíamos hecho un contrato. Aquí tenemos los papeles, pero no se los hemos entregado porque no han venido y no nos han explicado cómo está el problema”, añade el subdelegado de la comunidad.

Vega explica que el abastecimiento de agua potable es grave en la comunidad. Hace ya muchos meses que no llegaba la pipa. “Hace un par de días vino una pipa, pero sólo los que están cerca de la carretera alcanzan agua, los que estamos más lejos, ni nos enteramos”, dice doña Rita, una vecina que escuchaba atentamente las denuncias del subdelegado y que también quiso aprovechar el momento para ser escuchada.

“Hay manantiales pequeños pero hay que ir muy abajo por ella, como a media hora de camino. Si bien nos va, la traemos en burros, sino pues en la espalda como animalitos”, dice.

“Las escuelas, tanto la primaria como la secundaria y el centro de salud, no tienen agua. Tenemos que estar hablando para que venga una pipa, pero tarda mucho en llegar”, se queja don Rigo, otro de los desesperados habitantes de San Gaspar, quien añade, “sin agua no hay vida”.

“No es justo que por uno paguemos todos”.

La comunidad de San Gaspar contaba con una tienda comunitaria de Diconsa, muy necesaria en este lugar, sin embargo, el responsable de la tienda —un habitante del lugar— huyó con el capital de trabajo, es decir, con el dinero que manejaba la tienda.

“No es justo que por dos o tres personas perdamos el servicio”, reclama don Rubén, otro vecino de San Gaspar, quien se agolpa en torno a una tienda móvil que instaló Diconsa este día en el poblado.

Y es que al hacer cuentas y escuchar los argumentos de los vecinos del por qué necesitan que se abra de nuevo la tienda comunitaria, todo cobra sentido.

“Hemos pedido que nos reinstalen la tienda muchísimas veces. Nosotros no tenemos la culpa de que el encargado que estaba haya agarrado el dinero y se fuera. Los que tienen carro pueden ir a la cabecera municipal por sus productos, pero los que no, tenemos que pagar para que nos lleven y nos traigan de regreso con el bulto de maíz”, señala doña Esther, quien aprovecha para comprar dos costales de maíz en la tienda móvil.

De acuerdo con los habitantes, el costo del pasaje de San Gaspar a la cabecera municipal de Pinal de Amoles es de 30 pesos por persona y otros 30 pesos de regreso. Pero si llevan consigo un bulto de maíz, deben pagar otros 30 pesos, es decir, que tienen que pagar el flete de la mercancía que lleven.

“Nos cobran por bulto como si fuera persona. Por un bulto de maíz no es justo que vayamos hasta allá. Haga la cuenta, nos cobran 30 de aquí para allá y otros 30 de allá para acá, son 60 pesos pero si traes un bulto de maíz pagas otros 30 pesos. El bulto de maíz puede costar unos 270 pesos más los 90 pesos del pasaje, se va casi a los casi 400 pesos”, añade doña Esther.

La tienda móvil, un camión de tres y media toneladas, se estacionó frente a la cancha de futbol del pueblo.

Un espacio abierto en el que comienza a llegar la gente para adquirir productos de la canasta básica, como sopas, maíz, arroz, frijol, azúcar, sal, jabones.

El conductor de la tienda móvil abre las puertas traseras del camión de par en par y saca una lista de precios de los productos que ofrecen comúnmente las tiendas Diconsa. La gente comienza a llegar y a pedir. Los habitantes ven una especie de oasis en medio del desierto.

“La tienda comunitaria de San Gaspar tuvo que cerrar porque el encargado hizo uso indebido del capital de trabajo”, explica Miguel Ángel Ruiz Mendieta, jefe del Almacén de Diconsa de Pinal de Amoles.

Señala que hasta que no se resuelva esa situación no se podrá reabrir la tienda, “por eso, como apoyo a la comunidad, venimos con la tienda móvil”, apunta.

Los beneficios de tener una tienda Diconsa en comunidades como San Gaspar son varios, entre ellos, los precios en los productos de la canasta básica, los cuales suelen ser más económicos que en las tiendas convencionales. Además, de acuerdo con los habitantes, acercan estas mercancías a las comunidades que suelen estar muy alejadas de las cabeceras municipales.

“Aquí no hay trabajo”.

Eleodoro González tiene 65 años. Es originario de este poblado, sin embargo desde hace años trabaja en la construcción en la ciudad de Querétaro. Va y viene. Sus estancias en la capital suelen alargarse hasta seis meses, puesto que el pasaje no es barato.

“Tenemos que estar donde haya chambilla. La verdad es que luego me tardo hasta seis meses en venir a ver a mi familia porque si viniera cada semana, se me iría en pasajes. Para la terminal de autobuses de Querétaro cobran 160, y de regreso otras 160; multiplíquelo por cuatro al mes, ya son más de mil pesos, sólo de pasaje”, cuenta don Eleodoro.

En Querétaro trabaja como ayudante de albañil. Suele ganar unos mil 300 pesos a la semana. De los cuales, una gran parte, la envía a su esposa y a sus tres hijos a San Gaspar. “Aquí no hay dónde chambear; no tenemos una fuente de trabajo, no tenemos dónde ganar dinero. Por eso uno se va a la ciudad. Allá le aguanté más de medio año. Lo que uno junta es para dárselo a la familia. Aquí no tenemos nada. A veces sembramos la milpa, pero tampoco nos llueve muy seguido”.

Sólo vienen a buscar votos,

Cada charla con la gente de San Gaspar es una historia de desesperanza. De hecho, todos, en mayor o menor medida, aprovecharon el momento para quejarse de todo: de la falta de agua, de las malas condiciones de la carretera, de la reapertura de su tienda comunitaria, de la falta de trabajo, de las enfermedades que afectan a los niños, a las mujeres, a los abuelos.

Otra de las habitantes se acerca para exigir. “¡Saque lo que le estamos diciendo en las noticias! Yo les pido a las autoridades que nos volteen a ver, que nos apoyen con el camino, con la tienda Diconsa, con el agua, que es lo que más necesitamos”.

“Nomás deje que vengan las votaciones y aquí tenemos a todos los políticos; pero una vez que llegan al poder se olvidan de todas sus promesas”, exclama mientras pide su bulto de maíz.

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