Una vieja guitarra yace destartalada, sin cuerdas ni trastes, sobre el escritorio de Manuel El sabio. El dueño es un hombre mayor llamado Elías, trabajador humilde que vive de la música y toca en los mercados de Querétaro.
Esa mañana su instrumento necesitaba un arreglo urgente, y angustiado porque posiblemente perdería un día de trabajo, Elías buscó ayuda de Manuel Chávez, reparador de instrumentos de cuerda desde hace más de 30 años y cuya tienda se ubica en el corazón del Centro Histórico, en el cruce de las calles Guerrero y Pino Suárez, frente al templo de Santo Domingo.
El músico queretano entró a la tienda con una guitarra a medio servir y salió con un instrumento perfectamente funcional que le ayudó a salvar el día. Ante la urgencia, Manuel no pudo hacer más que prestarle otra guitarra para que el músico popular no perdiera tiempo ni dinero, mientras reparaba su herramienta de trabajo.
A Manuel le dicen El Sabio porque puede reparar cualquier instrumento de cuerda. Desde guitarras, que es lo más común, hasta una cítara, instrumento tradicional de la India.
“¿Cómo voy a dejar al señor sin trabajar, si yo sé que vive de la música?, mejor le presto una de las mías para que no deje de trabajar mientras le reparo su guitarra”, comenta don Manuel, mientras corta trocitos de metal y los coloca a martillazos sobre el brazo o mástil de madera.
Manuel sabe que no puede cobrarle mucho a su último cliente, el músico de mercados. Repara la guitarra más bien como un servicio humanitario, para mantener una relación estrecha con sus compradore: un toque de humildad y empatía que lo ha caracterizado desde hace muchos años.
“Esta guitarra es de un señor que toca en los mercados, sé que no puede invertir un gran capital en mejorarla, entonces hay que arreglarla a un costo muy accesible para él, y que le siga funcionando. Además, es un arreglo muy sencillo; siempre llegan de emergencia a ajustar perillas o cuerdas, ni siquiera les cobró porque son clientes asiduos, es un servicio que yo doy. Creo que eso es lo que me ha caracterizado y lo que hace que la gente me recomiende.
“Por ejemplo, vienen a que les cambie cuerdas, el que no sabe ponerlas se tarda dos o tres horas y yo en 10 minutos lo hago, entonces para ellos es un ahorro de tiempo y para mí es un servicio que le doy al cliente. Llegan trovadores con urgencias porque me dicen: ‘Oye, es que es mi única guitarra, la necesito’, y en ese momento corremos a arreglarla, lo importante es que yo ponga al músico a trabajar”, dice.
El Sabio no tiene cuna musical, ni su padre o abuelo amaron las guitarras. Con una pícara sonrisa, Manuel admite que ni siquiera tiene buen oído, pero es modesto, tampoco le gusta que le digan El Sabio, pues no se considera tal.
La música en la vida de este sabio es empírica y no heredada. Todo surgió en los años 80, cuando él y un grupo de amigos se decidieron a montar en Querétaro un negocio de guitarras Paracho. Con el paso de los años cada uno tomó caminos diferentes, pero Manuel siguió ahí y no se conformó sólo con vender guitarras, mandolinas, violines, ukeleles, tricordios y más, sino que quiso aprender sobre el funcionamiento y reparación de cada instrumento.
A través de la lectura, talleres, con experimentos e incluso con tutoriales en internet, Manuel Chávez, originario de Zacatecas, es ahora uno de los mejores reparadores de instrumentos en Querétaro.
Para este reparador, el talento surge de la dedicación y no sólo se obtiene de nacimiento.
Cuenta que hace años intentó tocar y descubrió que no era lo suyo, ahora dice con satisfacción que no soporta tocar la guitarra por más de una hora, pero sí aguanta días completos trabajando en reparar pequeños detalles.
Es el mismo amor a la música, visto desde dos ópticas distintas.
“A los que me venden instrumentos les he aprendido algo, pero el reparar una guitarra es más bien el trato con el músico. El que la fabrica no tiene idea de lo que necesita cada persona, por eso platico con mis clientes, para que me digan cómo es que quieren que se escuche su instrumento”.
“En todos estos años yo estudié por mi cuenta, tomé algunos cursos de lauderos y hasta videos en internet vi, porque para esto de las reparaciones no hay una guia”.
En la tienda Arte musical, de la que Manuel es dueño, tiene habilitado un pequeño espacio para reparar instrumentos; no tiene un taller establecido porque su actividad principal es la venta de artefactos musicales.
Por su mesa de trabajo han pasado desde los instrumentos más comunes como guitarras y violines, hasta cítaras hindús y balalaikas rusas.
Cuando tuvo que reparar este tipo de instrumentos por primera vez, Manuel estudió durante días hasta entender cómo estaban hechos y por qué sonaban de esa forma. Al final, la satisfacción fue tremenda. Entendió que todo instrumento de cuerda funciona de la misma forma y desde entonces no hay artefacto que no pueda reparar.
Aunque El Sabio prefiere no hacer promoción de su sobre nombre, éste ya sonó por las calles de Querétaro desde hace muchos años: a partir de que el músico queretano Juan Carrión lo apodó de esa forma, porque Manuel siempre encontraba la forma de reparar sus instrumentos.
“Sé que me dicen El Sabio pero no me considero así, no lo sé todo y no hago milagros, los milagros son allá enfrente”, dice mientras señala con el dedo el templo de Santo Domingo, justo al otro lado de la acera.
Mientras cuenta que su hijo Noel lo ayuda con reparaciones de guitarras eléctricas, y su esposa Carmen también ayuda a atender el negocio familiar, Manuel Chávez saca de su almacén una guitarra negra, viejísima y maltratada.
Los dueños insisten en repararla porque tiene valor sentimental, aunque como instrumento ya no vale mucho. Esa es una de las historias más comunes en la tienda Arte Musical.
El Sabio cuenta que curiosamente son los profesionales de la música los que menos invierten en sus herramientas de trabajo.
Del mismo almacén saca una segunda guitarra, esta vez en un estuche rígido. A simple vista se notan los desgarres en la funda, pero al interior, la guitarra luce aparentemente bien.
“Parece que un carro le pasó por encima”, comenta Manuel, quien día a día repara instrumentos desde cuestiones simples, como ajustar la maquinaria, hasta cambiar los frentes completos de los instrumentos.
“Lo más que ha tardado en reparar un instrumento es un mes; los costos llegan a alcanzar los 5 mil pesos cuando se trata de reparaciones a una guitarra de concierto”, dice. Y es que aunque El Sabio es consciente de no cobrar demasiado si la ocasión no lo amerita, también sabe lo que implica reparar objetos de buena calidad.
“Reparar una guitarra de concierto implica mucho cuidado y dedicación, he llegado a cobrar entre 2 mil y 5 mil pesos por arreglar pequeños detalles, pero es que debo conseguir el mismo material de la guitarra en caso de que deba cambiar la pieza para que no cambie ni el sonido ni la apariencia. También tomo en cuenta mis horas de trabajo.
“Una reparación es incluso más complicado que la creación de una guitarra, porque la fabricación tiene un orden y cuando se repara es reconstruir el fondo, la base... todo. No puedo cambiar la pieza ni la madera porque si lo hago, cambia su sonido”.
Manuel El Sabio ha vendido y reparado instrumentos en el cruce las calles de Guerrero y Pino Suárez desde 1993; anteriormente estaba en la calle Hidalgo, también en el Centro Histórico