Rizoma surgió hace cinco años en la búsqueda por atender la salud mental desde un enfoque distinto a la individualidad y al aislamiento del paciente, con una perspectiva que centre los esfuerzos en recuperar el lazo social a través de un equipo de trabajo que dé seguimiento al paciente.
El centro terapéutico en La Cañada no es un hospital siquiátrico, es una alternativa que busca incluir en actividades a los pacientes
De acuerdo a las metodologías que emplean Karla y Santiago en Rizoma, la familia forma parte de la estrategia para apoyar al paciente, en donde se elimina la frontera de sólo costear los tratamientos, sino también integrarse al mismo para ayudar a aquella persona con padecimiento mental.
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Rizoma se enfoca en el trabajo coordinado entre especialistas, como el sicoanalista, el siquiatra, un coordinador y una figura que se llama acompañante terapéutico, una persona con preparación que de acuerdo al paciente, es asignado para acompañar la locura, no curarla y que mediante ese acompañamiento integral colaborativo, incluirlo como parte de las relaciones sociales.
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“A final de cuentas lo que se busca es restablecer el lazo social porque en la locura, lo más notorio es la pérdida o la ruptura del lazo social y esto acentúa la marginación. Se busca atacar el aislamiento del sujeto, que representa una pérdida de la red social que sostiene al sujeto en su locura, en su individualidad”, expresa Santiago Diez, sociólogo, artista y con estudios en sicología.
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La comunidad terapéutica Rizoma se enfoca en tres apartados generales: la asesoría en salud mental, evitar el internamiento, ya que es visto como un negocio al que incluyen a los psiquiátricos y anexos, así como evitar la sobre medicación del paciente y buscar en él, un análisis adecuado.
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A la par de la integración de la comunidad terapéutica Rizoma, Karla y Santiago, iniciaron la tarea de que a aquellos pacientes con problemáticas mentales, en la medida en que ellos lo pidieran, buscar que se integraran ya sea al ámbito laboral o bien al escolar.
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Desde hace cuatro años, iniciaron un proyecto llamado Trabajo en Apoyo, en el que mediante la sensibilización e información, buscaban a dueños de cafeterías del centro histórico de Querétaro para que emplearan a personas con padecimientos mentales. La única condición: no tener distintivos y que los pacientes se integraran a la dinámica laboral sin tratos especiales.
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“Se propone un espacio laboral para ellos en espacios ordinarios, no podemos dividirlos, no era la idea armar, que era más fácil incluso, un taller donde sólo vengan pacientes con esquizofrenia y podamos hacer algo y vender las cosas para que tengan un ingreso, no quisimos hacer eso, era etiquetarlos, excluirlos”, afirmó Karla.
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Al integrar el espacio físico como comunidad terapéutica Rizoma, se echó mano de estrategias como el dialogo con la comunidad, con líderes locales y con el dispensario de la iglesia de La Cañada para adquirir legitimidad y mostrar que es un espacio que pertenece a todos.
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Aparte de llevar tratamiento con pacientes, buscan generar la sensibilización sobre lo que representa la salud mental a nivel local y a nivel global. Por ello también buscan incidir en la población con información y alejar los estigmas que rodean a los padecimientos mentales.