“Cuidado al abrir la puerta, animales vivos”. Desde ahí, el cuerpo comienza a ponerse en alerta. A pesar del calor de afuera, traspasando el umbral, unos tres o cuatro grados más comienzan a hacerte sudar de forma copiosa. En frascos sudorosos, hay huevos grandes, medianos y pequeños, metidos en líquidos claros; también se ven especímenes de víboras y culebrillas que flotan con sus bocas abiertas.

De repente, una cola escamosa debajo del estante se mueve y desaparece. El fotógrafo de esta casa editorial, sentado enfrente, mira insistentemente hacia donde se encuentra mi pie y cuando nerviosamente bajo la mirada, percibo unas garras y una cola anillada. No puedo evitar el sobresalto.

Pero una risa franca detiene lo que podría haber sido un brinco hasta el techo. Es Sandra Cruz Pérez, responsable del Vivario de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). “No te preocupes”, me dice, “es sólo Ifigenia”.

“Es sólo Ifigenia”, repite, mientras nos agachamos todos a mirar a la iguana de cerca de 70 centímetros de largo, que nos devuelve la mirada, desde debajo de un cajón.

Cruz, joven bióloga y paramédica, está en su ambiente, aquí, en el Herpetario universitario, el primero en su tipo en el estado de Querétaro y que, ahora, a más de 20 años de haber sido iniciado, tiene a su resguardo alrededor de 130 animales de 24 especies diferentes, entre los que se encuentran anfibios, cocodrilos, lagartijas, serpientes, tortugas, ranas y hasta un ajolote.

Además de ser un lugar de investigación académica, el Herpetario –que conforma el Vivario de la UAQ junto con el Aracnario y el Cocodrilario– también es un lugar en donde se busca cambiar la perspectiva que la gente tiene en contra de dos grupos de animales: los reptiles y los arácnidos, ambos, pobladores continuos de las fobias y pesadillas más comunes.

Las barreras para acercarse a estos animales están muy arraigadas en el subconsciente de los visitantes. Bien lo sabe Cruz, quien encabeza el proyecto de visitas de grupos de preescolares, con el objetivo de comenzar a erradicar los miedos en las mentes más jóvenes, con la esperanza de que colaboren en la conservación de todas las especies, por muy repulsivas que parezcan.

Reptiles en recuperación

La colección de animales del Herpetario universitario comenzó con colectas y donaciones por parte de docentes, estudiantes y público en general. Animales lastimados, atropellados, con fracturas y, por supuesto, los abandonados, comenzaron a darle forma a este refugio, que ahora es uno de los centros más importantes de investigación sobre ponzoñas, mordeduras y picaduras del centro del país.

No ha sido un camino fácil, asegura Sandra Cruz Pérez, pues la gran mayoría de los ejemplares que llegan a sus manos han vivido situaciones muy complicadas.

Por ejemplo, el cocodrilo Moreletti, que mide 1.90 metros y tiene 20 años en el lugar. Un niño lo encontró cerca del Teatro de la República cuando apenas era una cría, seguramente abandonado por alguien que ya no lo pudo mantener como mascota. Apenas hace cuatro años y gracias a donaciones y programas de recaudación de fondos, se pudo construir su cocodrilario para brindarle mejores condiciones de vida.

El caso de Ifigenia, la iguana, fue algo parecido. Sufrió maltrato y, además de curar su cuerpo, también hubo que hacer mucho esfuerzo para que volviera a comer y, posteriormente, se dejara agarrar por los seres humanos.

Hay ejemplares con serias patologías, como Tierna, boa constrictora albina que por su condición no absorbe de manera natural la vitamina B y necesita un tratamiento para la piel.

“El problema es que nos llegan animales muy lastimados”, indica la bióloga, quien señala que este Herpetario también funciona como un espacio de rehabilitación de fauna maltratada y un centro depositario de animales decomisados por la Procuraduría Federal de Protección del Ambiente (Profepa).

Las serpientes son las que se llevan el peor castigo por parte de los humanos, pues la gran desinformación sobre ellas hace que les temamos mucho más, manifiesta.

Pedradas, machetazos, patadas, balazos… no hay método que no haya sido probado para “deshacerse” de estos reptiles.

Hace poco, una serpiente llegó con disección medular completa, es decir, con un machetazo la abrieron casi por la mitad. No la pudieron salvar por la gravedad de sus lesiones.

“Practicamos la eutanasia sólo en los casos desesperados”, explica.

Sandra Cruz sabe que el trabajo de un herpetólogo es de cuidado. Señala que hay días en que los animales no están “de humor” y pueden responder con una mordida dolorosa, en el mejor de los casos; pero, en el peor, pueden poner en riesgo la vida.

“Tenemos que estar atentos siempre. Primero debemos hacer un manejo seguro. Tenemos normas muy estrictas para eso, por ejemplo, no fumamos, no tomamos y tratamos de no desvelarnos, porque sabemos que todo eso afecta a la velocidad de nuestra respuesta con estos animales”, afirma.

Requisito: cero aracnofobia

El Aracnario de la Facultad de Ciencias Naturales (FCN), fue inaugurado en junio 2016 y alberga 74 especímenes de 63 especies diferentes, entre tarántulas, escorpiones, vinagrillos, ciempiés y tendarapos.

Este lugar se une al Herpetario y el Cocodrilario para conformar el Vivario de la UAQ, mismo que ya se encuentra registrado ante la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), con el número INE/CITES/DGVS-CR-IN-0619-QRO/00.

Jóvenes estudiantes ayudan en el cuidado, lo mismo de alacranes que de tendarapos. En cajas, están los exoesqueletos de varias tarántulas, de las que se pueden apreciar sus amenazantes colmillos; sin embargo, asegura el biólogo Luis Cuéllar, encargado del área de los arácnidos, estas tarántulas se ven más peligrosas de lo que son, por lo menos en lo que respecta a los seres humanos.

Las arañas son otro grupo de animales que representan una fobia muy importante para la gente. No todos los que visitan el Aracnario sienten deseos de sostener algún ejemplar. Sólo los más valientes se atreven, en general, pequeños de tres o cuatro años que acuden en grupo a aprender de los animales y la utilidad de su conservación para el medio ambiente. Hay fotos suyas pegadas en las paredes del lugar. Orgullosos de sí mismos y de su atrevimiento.

Investigación y formación

El Vivario también es un espacio de formación de las nuevas generaciones de biólogos y médicos veterinarios, que conviven en el mismo espacio del campus Juriquilla de la UAQ.

“Tenemos que hacer conscientes a nuestros estudiantes que la manipulación de estos animales es muy complicada. No son cariñosos como un perro. La mayoría te indican cuando no quieren ser manipulados. Pero tienes que estar atento a las señales”, indica Sandra.

Ahí entra el trabajo y la confianza en el equipo de trabajo, agrega, pues la mayor parte del manejo se hace entre varias personas y todas tienen que estar sincronizadas, para no poner en riesgo ni a los animales ni los manejadores.

Además, es una labor de tiempo completo. “Hasta tenemos cobijas aquí, por si necesitamos quedarnos a cuidar a algún animal enfermo”, comenta alegremente Cruz Pérez.

“Nosotros trabajamos para que los animales sigan vivos, a pesar de sus lesiones”, sostiene; sin embargo, la labor de rescatistas se complica, sobre todo por la falta de recursos.

Sandra recuerda que cuando el Herpetario se encontraba en el Centro Universitario y los trabajadores llegaban a las 6:30 horas para abrir las instalaciones, encontraban cajas con animales afuera de sus oficinas.

“Estas personas creen o creían que nos estaban haciendo un favor. Lo que no saben es que es muy caro mantener a estas especies. Sus tratamientos médicos y sus alimentos especiales. Por eso, ofrecemos lo que ningún otro consultorio veterinario: consultas especializadas. Igualmente tenemos cursos de manejo para cuerpos de protección civil o hasta bomberos. El problema es que muy pocos asisten a este tipo de talleres, cuando es importantísimo que sepan cuál es el procedimiento para atender una emergencia con animales ponzoñosos”.

Bebo y Mordelón, dos iguanas que impresionan por su tamaño, su color y la grandiosidad de sus púas, se pasean por el Herpetario, como queriendo enterarse de qué va la entrevista.

Sandra acaricia a Mordelón, que hace honor a su nombre y busca el dedo de su cuidadora, pero ésta no se deja alcanzar.

“¿Qué si considero que alguien puede tener con éxito un animal de estos como mascota? Siempre y cuando estés consciente de que son parte de tu familia, cuando tengas la capacitación, infraestructura y dinero para atenderlos. Si tienes eso, entonces adelante, puedes tener un animal de estos como mascota”, afirma.

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