“Era sábado; él me dijo que se iba a ir al norte, yo no quería, pero él quería superarse y tener dinero para sacarme adelante”, dice Manuela Hernández Abreo, madre de Osvaldo,uno de los chicos que desaparecieron mientras viajaban hacia Estados Unidos en noviembre de 2012.
Originario de Jalpan de Serra y habitante de la comunidad de Río Hondo, Osvaldo partió un sábado a las cinco de la tarde. La ilusión de cumplir el sueño americano lo motivó a subir un autobús con dirección a Tamaulipas.
Manuela sostiene entre sus manos una fotografía de su hijo mayor, quien cumpliría 22 años este mes. Osvaldo, en la imagen, aparece como un chico apuesto; playera deportiva, cuerpo atlético, tez morena y sonrisa amplia.
Sus familiares lo recuerdan como un chico trabajador; sabía lo mismo de mecánica que de carpintería y electricidad; sin embargo, sus aspiraciones iban más allá. “Él quería una casa, su camioneta y sacar a sus hermanos adelante”, dice su madre.
La tarde que partió hacia Estados Unidos iba acompañado de Juan Carlos, Elías y Romaldo, habitantes de Jalpan y de la comunidad de la Mohonera. Su novia en ese entonces,Imelda, se despidió de Osvaldo en la central de autobuses, mientras Manuela, su madre, asistía a una de las reuniones para recibir el dinero de Prospera, un apoyo gubernamental.
Al día siguiente Osvaldo se comunicó con su patrón para pedirle que le avisara a su familia que esa noche cruzaría la frontera por Tamaulipas; ese fue el último contacto que recibieron.
“Cuando todavía vivía en la presa me salía en las noches, quería echarme a correr al monte a buscar a mi muchacho, era horrible. Mi señor me decía: ‘¿Qué vas a hacer allá?’ Pero yo sólo quería buscar a mi muchacho. Oía cómo me hablaba y entraba a la casa. Duré casi tres meses llorando y llorando; sin dormir… escuchaba cómo llegaba y cerraba las puertas de su carro, pero me asomaba a la ventana y no había nada”, relata Manuela.
A los días de angustia y desesperación, le siguieron los días de negación y finalmente, la indolencia de las autoridades. “Mi señor siempre me lo decía: ‘Pon una denuncia porque ese chamaco ya no apareció’. Yo decía ‘a lo mejor sí aparece, pero no me quiere hablar’. Después pasó el tiempo y ya fue cuando tome la decisión de poner una denuncia (2013); también porque el muchacho de la otra señora (madre de Juan Carlos) me dijo que el suyo tampoco aparecía
“Yo quiero continuar su búsqueda. Quiero verlo. Siento que él está vivo, porque cuando agarro su fotografía siento que se calienta, estoy ilusionada. Siento que va a regresar porque es lo que más quiero en la vida”, repite Manuela, mientras sostiene una de las pocas fotos que conserva de Osvaldo.
La mayoría de las fotos de su hijo se perdieron en el incendio de su casa en Río Hondo. Casi 15 días después de la partida de Osvaldo, la casa de una de sus vecinas se incendió y el fuego se pasó a su vivienda. Las fotografías de su hijo se consumieron.
Al presentar la denuncia, Manuela se sometió a las pruebas de ADN; no obstante, el estatus de su expediente continúa incierto. El único documento oficial que tiene es una hoja de la entonces procuraduría estatal con número de expediente TTI/5/2013, que señala que el estado de Querétaro ha recibido la colaboración de las autoridades de Michoacán, Oaxaca, Morelos, Chihuahua, Tamaulipas, Nuevo León, Estado de México y Baja California.
Además de presentar la denuncia, Manuela y los abuelos de Osvaldo, José y Micaela, acudieron a pedir ayuda al diputado priísta Gilberto Pedraza.
“Tito Pedraza nada más tomó fotos de mi muchacho, de las fotos que llevé yo; pero de ahí pa’ adelante nos dijo que lo dejáramos así, porque corríamos peligro”, asegura.
Después de la visita al ahora ex diputado, los familiares de Osvaldo regresaron a Ministerio Público, pero no ha habido avances en el caso.
En entrevista, Pedraza Núñez desconoció la información de la madre de Osvaldo y su abuelo: “Yo creo que son fantasías(…), ni siquiera recuerdo eso. Cuando hicimos una reunión con migrantes a todos se les invitó, recuerdo algunos casos en Buena Ventura. Fueron varios casos apoyados de alguna manera”, dijo.
Los primeros días de abril de 2017, cuatro años y cinco meses después de la desaparición de Osvaldo, Manuela señala que recibió una visita de un oficial de la Fiscalía General del estado para continuar con la investigación de su paradero: “Quieren investigar dónde se encuentra, para saber si está vivo o está... ¡ay, siento bien feo!, ¡yo quiero saber dónde quedó o dónde está!”
Ante la falta de avances, Manuela decidió acercarse a la santería, donde le han asegurado que regresará, siempre y cuando pague cierta cantidad de dinero para “curarse” de un daño espiritual que le provocaron; pero a la fecha no ha conseguido el dinero.
Don José dice que se enteró de la desaparición del chico 15 días después de que se marchó a Texas.
Cuatro años y cinco meses después de la desaparición de su nieto, don José aún guarda su número: “Yo llamaba al teléfono de mi muchacho y sí me contestaba, pero luego, luego lo apagaban. A veces hablo y contestan, pero son otras gentes. Lo recordamos con tristeza, no’más por la ilusión de verlo, anduve luchando y luchando”.