El sismo del 2017 ha sido la emergencia de mayor magnitud en la que Víctor Rubén Ruiz ha colaborado, él es uno de los voluntarios de la unidad Topos Tlatelolco en San Juan del Río, Querétaro, que acudieron a la Ciudad de México para apoyar en las labores de rescate. Desde el martes pasado las jornadas de trabajo fueron de hasta 15 horas, periodos en los que la esperanza y el ánimo de ayudar fueron mayores que el cansancio.
Desde la sede que Topos Azteca ha utilizado en las instalaciones de Scientology México, en el centro de la capital del país, los más de 200 elementos han sido canalizados a los puntos donde se solicita el apoyo; en este edificio se habilitó una sala muy amplia en la que se brinda alimentos y agua a los elementos de todo el país que llegaron desde el momento de la emergencia.
Víctor tiene 33 años de edad y a los 20 años tomó su primer curso relacionado con atención de emergencias, en los días que ha estado en la Ciudad de México asumió una parte de la coordinación de los servicios; no llegó solo, pues el grupo al que pertenece está formado por cerca de 20 elementos y es encabezado por Román Ruíz Jiménez; a partir de esta sede se han establecido los roles y los horarios.
Aunque esta agrupación se encuentra en una entidad donde los temblores no son comunes, los Topos apoyan permanentemente en atenciones prehospitalarias que van desde una caída o incluso derrames por colisiones en área urbana; sin embargo, se encuentran capacitados en Búsqueda y Rescate de Estructuras Colapsadas (BREC), por lo cual son aptos para efectuar los trabajos que se han necesitado con urgencia desde el temblor.
La emergencia del sismo convocó a Topos de todo el país, entre ellos Víctor quien dejó sus labores diarias en San Juan del Río. La premisa de la organización es apoyar sin cobrar un peso, situación que generó una serie de confusiones debido a la participación de la otra corporación de Topos quienes reciben donativos, no obstante para Víctor ayudar en las labores de rescate es una gran oportunidad de vida.
En los días que estuvo en la capital del país apoyó en los trabajos de al menos cuatro puntos donde los derrumbes de edificios y estructuras hicieron urgente la colaboración de los Topos; las jornadas fueron extensas, sin embargo una de las características más impresionantes de toda la situación ha sido el apoyo ciudadano, el cual ha fortalecido el espíritu y la esperanza de los rescatistas.
Víctor tuvo que regresar a San Juan del Río al finalizar la semana por cuestiones personales; sin embargo, se encuentra atento para retomar la actividad que se les asigne, sobre todo después del sismo de este sábado que amplió las afectaciones en el país. Desde hace seis años que se formó la corporación en su ciudad ha participado activamente y en esta época donde la labor de Topos es muy necesaria.
Víctor ha perdido la cuenta de los años que lleva como paramédico y rescatista, pues han sido tantos años y diferentes las corporaciones, que no se puede hablar de periodos determinados; una cosa sí ha sido clara: el tiempo que ha dedicado a esta actividad le ha dejado satisfacciones.
Hasta el jueves, las corporaciones que se concentraron en la sede de Scientology habían sumado cerca de 12 mil horas hombre de trabajo, entre los elementos de Topos y los voluntarios de la organización, cifra que creció por la colaboración de rescatistas de todo el país.
En las labores de apoyo por el sismo del 19 de septiembre el concepto jornada adoptó un nuevo significado para los rescatistas: los periodos de trabajo han sido de 12 a 15 horas, sobre todo por la urgencia de encontrar personas entre los edificios derrumbados antes de las 72 horas del temblor. El trabajo incansable de los rescatistas y civiles ha dado muestra del corazón y la perseverancia que tiene cada uno de los elementos.
Iván Olvera es paramédico desde hace 15 años; sin embargo, no colabora con alguna corporación de emergencias, pero tuvo la oportunidad de acudir junto con Topos Azteca para apoyar en los trabajos que se requirieron las primeras 24 horas. Quedó impresionado cuando llegó a las zonas de desastre y observó los edificios derrumbados; por su profesión de arquitecto le parecía inconcebible que esas construcciones se derrumbaran.
Llegó a las ocho de la noche del martes, justo en las horas cruciales en las que se requería el apoyo; al llegar a la sede de Topos se le asignó, junto con una brigada, actividades en Xochimilco donde también se presentaron derrumbes y la situación era muy difícil de atender.
En ese punto se realizaron labores de evaluación de los lugares afectados y se determinó que no era apto para que los rescatistas pudieran ingresar, debían hacerse trabajos para reforzar las estructuras y que los elementos pudieran entrar a realizar los rescates.
Horas después se trasladó a un derrumbe de un edificio en la zona de Taxqueña. Ahí la impresión fue mayor, no sólo por el derrumbe, sino por la participación de los ciudadanos en los trabajos de remoción de escombros.
Al igual que Víctor no había estado en una emergencia de gran magnitud. Para ambos rescatistas, la experiencia de haber estado en la contingencia del 19 de septiembre marca una diferencia, aunque hay un factor que los impresionó mucho más que los edificios derrumbados: la colaboración y solidaridad de los ciudadanos, el compañerismo que surgió entre las corporaciones de emergencia y el cumplimiento del objetivo principal: salvar vidas para puedan volver a comenzar.