A la usanza tradicional de las danzas de cocheros chichimeca, durante la noche de Todos Santos para amanecer en el Día de Muertos; Don Antonio recibe a los cocheros que han empeñado su palabra para cantar las alabanzas a quienes se han ido. Mientras los vecinos de La Cañada, -el lugar donde nació Querétaro, afirman categóricos-, llevan fruta, comida, adornos, veladoras para ofrenda a los difuntos.
El panteón data de 1961 como el año de su inicio de construcción y 1964 su como de operaciones; luego, al paso del tiempo, la capilla se fue deteriorando y perdió su techo; ahí, Don Antonio Martínez tuvo su primer experiencia con la tradición. Muertos de frio, él y sus familiares se resguardaban en los muros mientras que el sereno hacía la travesura de enfriar el lugar. Los difuntos que ahí se mantienen en sus criptas son de las personas que habían tenido una gran influencia en la comunidad. El Cristo crucificado que recibe a los visitantes, no es el original, pero se le tiene el mismo fervor. Este año, por una agenda apretada, de la iglesia no alcanzó a llegar la imagen de las Ánimas que se encuentra en la iglesia grande y a quien está dedicada la festividad.
Al paso de la noche, con los tamales regalados a los asistentes y curiosos, y la libertad de elegir ponche o atole para acompañar la velación y suavizar el frio, la capilla se va llenando de niños que corren, unas turistas francesas curiosas, fotógrafos y vecinos. Por fuera del panteón los puestos van cerrando para descansar y comenzar la vendimia en Dia de Muertos. Mientras que los familiares de los que ahí moran van entrando a adornar sus tumbas.
Don Antonio agradece a los que cooperan con la ofrenda y se muestra contento de que sus sobrinos colaboren, a pesar de la edad -unos niños de no más de 10 años-.