En un recorrido realizado por EL UNIVERSAL Querétaro se detectó que en las calles del Centro Histórico de la capital suele haber un mayor número de comerciantes ambulantes, quienes se sitúan en las principales plazas de la zona y que venden especialmente artesanías elaboradas por ellos mismos.

La explanada del jardín La Corregidora, el pasaje de la tienda Del Sol, un rincón del jardín Zenea, suelen ser los puntos de venta de comerciantes ambulantes, quienes emprenden un negocio itinerante al no contar con permisos que avalen sus estadía permanente en un sitio.

Desde la mañana es posible encontrar vendedores de artesanías, comida o dulces, mismos que caminan y recorren las plazas y jardines del Centro Histórico de la capital, ahí donde tanto visitantes como locales adquieren sus proyectos.

Alberto Martínez viene de Celaya, Guanajuato, desde hace 26 años, “diario vengo desde allá. Vendo tostadas de cueritos y de orejita, ya tengo mis clientes”.

El hombre es uno de los ambulantes que procuran que su andar no coincida con el de los inspectores: “No dejan ponerse, pero uno le hace a las escondiditas, me meto a los locales para despachar”.

En tres ocasiones Alberto ha perdido su mercancía, pues le ha sido decomisada por los inspectores y al verse en la situación de pagar por recobrarla el comerciante ha optado por mejor dejarla.

“Van como tres veces que me quitan todo, cuando lo hacían pues ya se las dejaba. En ese tiempo me cobraban 500 por sacarla, pero prefería comprar todo otra vez”.

Aunque ha pensado en solicitar un permiso, asegura que los trámites complejos y la falta de tiempo se lo han imposibilitado. “Luego no hay tiempo para ir a sacar el permiso o piden muchos papeles, tal vez algún día lo saque”.

Poca ganancia

La ganancia no siempre es redituable, habitualmente obtiene 200 pesos por día, pero la mitad del dinero lo ocupa en la compra de pasajes para regresar a casa.

De la venta de tostadas opina que “está bien jodido, hay veces que uno sólo saca para el pasaje. A veces saco como 200, pero uso alrededor de 100 en los pasajes y hay veces que no sale para nada”.

Al igual que Alberto, Elizabeth proviene de otra entidad para comerciar artesanías. Desde Toluca, la joven y su familia provienen para vender pulseras, pinzas y accesorios para el cabello, que son elaborados por ellos mismos y que traen desde la capital del Estado de México. “Son artesanía de pulseras, las traemos de Toluca, soy de allá y vengo aquí a vender”.

Desde las 10:00 hasta las 23:00 horas Elizabeth se instala en algún sitio del Centro Histórico. En sus canastas alista y enfila sus artesanías, las cuales esconde cuando se avecina algún inspector.

“No nos dejan vender porque no tenemos permiso para hacerlo. Nos arriesgamos a ponernos aquí para sacar para comer”.

La joven refiere que diariamente recoge sus artículos durante al menos 20 ocasiones: “Ya conocemos a los inspectores y cuando los vemos venir nos recogemos. Siempre andan por aquí, hace rato pasó uno y nos levantó, pero ya regresamos”, concluye la joven al levantar la mirada a verificar que en su entorno no camine algún inspector.

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