La Sierra Gorda de Querétaro guarda con recelo y tradición el recuerdo de sus fieles difuntos, se conserva lo más sagrado con que cuentan los serranos, que es “el recuerdo de los que se adelantaron en el camino”. Los huapangueros preparan en sus mentes la trova y poesías que entonarán en los panteones del municipio.

En el mercado del Pueblo, las personas se apresuran a realizar sus compras, otras van al cerro, para encontrar todo lo necesario para armar su altar de muertos. Sindi del Ángel Torres, dice que en casa no se pierde el momento de recordar a sus difuntos: “nosotros seguimos con esta bonita tradición, vamos al cerro por flores y preparamos mole en verde y pulque para que mis abuelos puedan comer con nosotros el día de dos de noviembre”.

Juan Chávez, con la experiencia de los años, narra emocionado cómo vendrán sus difuntos. “Ponemos tamales y pan en nuestro altar, lo hago con varitas, tengo 85 años de que nunca falte esta tradición en mi jacal, esperamos a nuestros muertos, ellos nos visitan en este día”.

Rosa María Ortiz, vendedora de flores argumenta que antes de poner su puesto, primero termina su altar. “Yo vendo flores, y en casa no falta nuestro altar, yo pongo frutas y pan y a mi señor padre le pongo sus cigarros y café de olla”, comenta.

Clotilde Olvera, de la comunidad de Manzanillos, argumenta que los padres de familia tienen una gran responsabilidad. “Estoy comprando mis utensilios, para las ánimas que me visitaran el fin de semana, llevo dulces, pan, manzanas, gorditas de queso y tamales, mis nietos ya no creen en esto, pero yo trato de enseñarlas, también espero a los angelitos, cuando llegan uno se da cuenta, ya traigo mi rosario y los cuetes para tronarlos durante toda la noche, a los viejos nos corresponde conservar esta tradición”.

Matilde Pedraza dice que celebra a sus “difuntitos haciéndole un arquito con ofrendas como chatotitos y frijoles, desde que soy niña, siempre lo hemos hecho, y cuando formé mi vida, seguí con esto, como que ahora se esta perdiendo, sobre todo los que se han ido al norte”.

Ofelia Hernández, perdió a su hijo en un accidente, y dice que no lo olvida nunca “Un día, sentí la presencia de uno de mis hijos fallecidos, todos sabemos que llegan la madrugada del dos de noviembre, honrarlos de esta manera es una forma de demostrar que los amamos y que ahora convertidos en ánimas, nos cuidan”, dice.

Las historias

La leyendas son parte de aquellas historias, que han pasado de generación en generación, son los relatos que sacuden el alma, que se cuentan por la noche, y que forman parte del color de un pueblo.

Jesús Olvera platica una historia que le contaron hace 75 años, y que él cuenta a sus nietos: “La muerta de la posa, dicen se aparece en el río conocido como La Playita, ahí se aparece esta mujer, ya que ahogó y su alma deambula entre nosotros, dicen que la noche del Día de Muertos regresa con los vivos, y con quien logre platicar se lo llevará al más allá”.

Fernando Ponce, relata una de las historia mas conocidas en la región. “La noche del Día de Muertos se abre una puerta secreta, tras el altar de la Misión de Santiago Apóstol, que conduce a otra ciudad, conocida como el Paraíso, no todos la pueden ver, y quien es elegido entra ahí para jamás regresar a casa. Mi abuelo contaba que es un lugar hermoso, lleno de paz, en donde encuentras a familiares que fallecieron, dicen que se abre cada doscientos años, y siempre en estas fechas voy a la parroquia, para ver si tengo suerte, esta historia siempre se la platico a mis hijos, y se emocionan al escucharla”, declara el hombre.

El ritmo

Los músicos también se preparan para velar durante la noche y la madrugada el altar de difuntos que llega a comer lo que sus seres queridos le dejaron previamente en su altar, por ejemplo, pan de muerto, mole, cigarros y hasta aguardiente o pulque.

Es ahí donde la creencia corre minuto a minuto, al esperar a los difuntos se les canta con el corazón.

Es en la sierra donde se vive de manera peculiar este momento, ya sea en el panteón municipal, en casa o en un altar instalado en el jardín principal, cuando las ánimas aparecen por las calles, es donde el suspiro del que se fue, llega a escuchar el canto del huapango, ese canto que sigue vivo, y que se niega a morir en una de las tradiciones más antiguas del norte de Querétaro.

En la noche de las ánimas suena el violín, la quinta huapanguera y el bajo sexto. Se le canta al que se fue mientras los cohetes no dejan de sonar, mientras el suspiro huele a veladora y el alma se inyecta del mejor de los momentos, porque mañana será otro día, para seguir viviendo, acompañado del recuerdo de los que se fueron, y regresan por lo menos una ocasión al año.

Google News

TEMAS RELACIONADOS