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Al caminar por el corazón de la capital queretana, propios y extraños se pueden encontrar con grandes testigos del paso implacable de la vida misma; esos cómplices mudos son las casonas antiguas, miembros de la tercera edad de la arquitectura, las que se encuentran un suspiro de su desvanecimiento por su cansancio de haber enmarcado tantas historias.
Durante la gran y próspera vida que tuvieron estos longevos edificios, pudieron resguardar secretos, anhelos, ilusiones y sueños de quienes los habitaron; sin embargo luego de cientos de remodelaciones e intentos de preservar por siempre esas historias vividas en su interior, el tiempo, al igual que a los hombres les ha mermado su fuerza.
De aquellos edificios fuertes, forjados con los años previos a la firma de la constitución política que hoy en día rige los destinos de miles y miles mexicanos, hoy solamente quedan estos viejos y perdurables de mil batallas, que ante el paso de nuevas generaciones de habitantes queretanos van acercándose al final de sus tiempos.