La mayoría de las personas la prefieren lejos, pero para algunos entre más cerca esté, mejor. Ese el caso de Carlos Alberto Yañez Hernández, quien desde hace más de 10 años se dedica al “arte de embalsamar”.
Con tan solo 28 años de edad, es el encargado de dar apariencia de vivos a los muertos en una de las funerarias más emblemáticas de la capital, en donde ejerce el oficio que asegura, “no cambiaría por nada”.
En entrevista, cuenta que a los 17 años comenzó a trabajar en este oficio donde convive con niños, ancianos, hombres y mujeres muertos, a quienes retarda en el proceso de descomposición del cuerpo, para que puedan ser velados por sus seres queridos sin que comiencen a tener una apariencia de putrefacción o un mal olor.
“Llegué a esto porque lo traigo en la sangre: mi abuelo trabaja en este oficio”, cuenta.
Hace más de 50 años, su abuelo llegó al estado y comenzó con los servicios de embalsamamiento; posteriormente, con los funerarios, mismos que hasta hoy se mantienen vigentes en la calle Ezequiel Montes del Centro Histórico, donde el negocio perdura aún después de muerto el señor Hernández.
El número de cuerpos atendidos en un día o semana son muy variables, según cuenta Carlos. En promedio atiende por lo menos uno al día, aunque puede haber hasta tres. Raras veces la cifra se extiende a cinco.
Embalsamar a un cuerpo puede llevar entre una hora y hora y media, dependiendo del peso del cadáver, desde que se le comienzan a retirar todos los fluidos y órganos hasta que se deja lavado y vestido dentro del ataúd para la velación.
Carlos Alberto cuenta que su labor no es fácil, pues además de convivir con cadáveres, se requiere tomar cursos para mantenerse actualizado en la materia, capacitarse y saber anatomía humana, para realizar las incisiones en los lugares correspondientes, utilizando técnicas adecuadas.
Ser embalsamador no es un muy bien remunerado, asegura Carlos Alberto Yañez Hernández.
Sin embargo “todo negocio bien administrado da frutos”, afirma y cuenta que planea en los próximos meses, poner su propio negocio, dedicado exclusivamente al embalsamamiento.