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La peculiar figura del charro mexicano es símbolo de la mexicanidad. Desde una perspectiva histórica, la figura del charro mexicano se remonta a la época de la Colonia, cuando se originaron las haciendas de economía mixta, agrícola-ganadera, conocidas como estancias o ranchos.
La charrería es la práctica de la equitación a la usanza nacional y de las diversas formas de jaripeo.
Es también una de las tradiciones mexicanas más representativas de nuestra cultura; en ella se exalta el valor, la intrepidez y la hombría del charro. El brío y la estampa del caballo, enmarcados en una fiesta de música y color.
Todos los ejercicios charros que se practican en la actualidad tuvieron su origen en el campo, con las tareas de domesticación y crianza del ganado, es decir, se desarrollaron con la ganadería, que requería de la destreza y la valentía del hombre del campo para realizar los trabajos propios de oficio.
Es el caballo la criatura más noble, útil y bella, que la naturaleza ha puesto al alcance del hombre. Es la otra mitad del charro.
Gracias a este animal es que existe nuestro charro, el exponente más típico y genuino de la mexicanidad.
Las “suertes”
La charrería se vive en partes y en suerte. Hablar de las “suertes” en esta práctica, es hablar de una charreada, donde se ve el desarrollo de las nueve “suertes” que están consideradas de competencia y entre ellas resaltan la cala de caballo, manganas pie y a caballo, terna del ruedo, jineteo de yegua y toro y paso de la muerte.
No podemos empezar una charreada sin un desfile donde se observan a todos los integrantes de los equipos contendientes, comienza la fiesta y el público se emociona al ver pasar a los charros, a las escaramuzas, a las familias, en el desfile se ofrece la fiesta.
Con la clásica Marcha de Zacatecas, considerado el segundo himno de nuestro país, comienza la singular celebración.