Habitantes del asentamiento irregular Las Margaritas aseguran que a pesar de la pobreza que enfrentan todos los días la esperanza de mejorar los mantiene esforzándose en su trabajo, además de mantener la sonrisa de los niños en sus caras.

Las familias subsisten sin los servicios básicos, la electricidad o el agua potable entubada son un sueño que los habitantes de la casas de madera y cartón tienen todos los días, a pesar de las indicaciones del presidente municipal, Roberto Loyola, de comenzar la urbanización de esta zona.

“Aquí nos hace falta de todo, EL agua nomás no llega y la luz pues con diablitos la hacemos llegar a las casitas, ahora con las lluvias todo se nos cuela y pues tenemos que poner todo en alto porque la ropa se nos moja, las cobijas y pues no hay como cocinar porque toda la leña esta mojada; aquí no tenemos estufa ni gas, sale muy caro el meter un tanque aquí y pues si dejamos sola la casa pues nos lo roban”, explicó Juana Hernández quien llegó a esta colonia hace más de siete años.

Tratar de mantener la casa limpia es algo imposible para estas mujeres, quienes tienen que mantener a los pequeños alejados del lodo por los riesgos que corren de enfermedades; 50% de los niños no va a la escuela debido a que sus familias no pueden llevarlos o las condiciones del camino no son las adecuadas para poder salir de la zona en la que viven por el exceso de lodo en el que tienen que caminar.

Soportando los embates del viento y la lluvia guareciéndose en una casa hecha de madera y plástico negro, sujetadas con clavos y tapas de botellas de refresco las familias tratan de mantenerse calientes con lo que encuentran, cocinando en fogatas y manteniendo a los niños lejos de los desfiladeros.

Los trabajos por parte del municipio capitalino ya iniciaron, el censo para conocer cuántas familias requieren la instalación de piso firme se lleva a cabo por parte de los trabajadores del municipio.

“Hasta después de seis años es que ya nos tomaron en cuenta, ahorita están los trabajadores del municipio anotando a los que necesitamos de piso firme para que el municipio nos pueda ayudar a colocarlo, así vamos a estar mucho mejor, los niños se nos van a enfermar menos”, continuó Juana Hernández.

Los ladridos de los perros, el ulular de los guajolotes y los cacareos de algunas gallinas se puede escuchar al llegar a este lugar, los caminos en pendiente, trazados a fuerza de paso constante de personas es lo que refleja los riesgos que estas personas soportan todos los días, pero a pesar de las carencias utilizan la frase “le damos patadas todos los días a la vida”.

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