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Tienen suerte los políticos mexicanos, porque Martín Caparrós, cronista del hambre que golpea a la humanidad en al menos 70 países, aún no ha visitado la Sierra Gorda de Querétaro; Huitzilan de Serdán, Puebla; o Mixtla de Altamirano, Veracruz; entre otras comunidades en pobreza extrema de nuestro país.
Nacido en Argentina y residente en España, Caparrós ha estado al lado de quienes, como en Bolivia, padecen hambre entre una vasta minería de estaño; con los más pobres de Níger, donde las reservas de uranio sólo benefician a exportadores chinos y franceses. Empero, su capacidad de sorpresa no acaba a los 59 años de edad, de modo que aún considera visitar –según lo adelanta a EL UNIVERSAL Querétaro– a quienes subsisten de la extracción del mercurio en la serranía queretana.
Pero su falta de recorridos por México “no es absoluta ni obedece a ninguna razón en especial”, aclara Caparrós a este diario: hace 15 años visitó parte de la costa jarocha, y después Juchitán, Oaxaca, donde obtuvo una memorable historia sobre los muxes que forma parte de su antología “Lacrónica” (Círculo de Tiza, 2015), obra que sintetiza sus primeros 40 años como cronista.
Si bien el periodista e historiador manifiesta no conocer los programas de apoyo a la pobreza de México —concretamente la Cruzada contra el Hambre de la Secretaría de Desarrollo Social, o los sistemas de entrega de despensas en barrios pobres por parte de gobiernos estatales o partidos políticos—, el investigador rechaza la utilidad real de cualquier método asistencialista:
“Creo que el asistencialismo es mucho peor cuando lo emprende el Estado; porque la dependencia clientelar que se crea ante la gente es muy fuerte. Desde el momento en que dependes del Estado para poder comer, la dádiva no la recibes tú, sino el poder, que es el mismo que te jode”.
Con respecto a la filantropía privada, que emprenden fundaciones como la que posee el magnate Bill Gates, Caparrós no la desecha del todo, aunque sí le causa desconfianza: “tener mucha plata para regalarla no implica que sea un método democrático ni es algo que pueda hacer cambiar el orden mundial de las cosas.”
El hambre en Hay Festival. Martín Caparrós ha llegado a Querétaro para presentar El Hambre (Anagrama y Planeta, 2015), libro de 624 páginas que a un año de su aparición ha sido traducido a 20 idiomas, y el cual reúne crónicas obtenidas durante viajes por ocho naciones: Níger, India, Bangladesh, Kenia, Sudán, Madagascar, Argentina, Estados Unidos y España.
El internacionalista está ahora aquí, frente a sus lectores, mayoritariamente queretanos, en el patio de la delegación Centro Histórico de esta capital, donde más allá de un grupo de jóvenes anfitriones, no asiste ningún funcionario estatal o municipal para recibir al invitado al Hay Festival Querétaro 2016, o al menos para que escuche lo que el extranjero viene a decir.
“Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. No hay nada más frecuente, más constante, más presente en nuestras vidas que el hambre. Pero entre ese hambre, repetido, cotidiano, repetida y cotidianamente saciado que vivimos, y el hambre desesperante de quienes no pueden con él, hay un mundo…”
“El problema con el hambre es que no nos afecta directamente a ti o a mí y todos los que estamos aquí reunidos. Nos preocupa, sí, pero no tanto como para ponernos a hacer algo por acabar con ella. La vemos como algo distante...
“En cambio, ciertas causas como el calentamiento global se han puesto de moda; inclusive son vistas como ‘cool’, porque creemos que la ecología nos afecta a todos. Nos preocupamos mucho por los pingüinos empetrolados en un algún lugar del mundo, pero muy poco del hambre que aqueja a millones de personas”.
Acompaña a Martín Caparrós el periodista y politólogo gijonés Alberto Arce, quien ha hecho coberturas en zonas de guerra como Afganistán, Irak, Palestina o Libia, entre otras, representando a periódicos como El Mundo y The New York Times.
“El tema de la pobreza es ajeno a tiempo, lugar e ideologías. Ahora mismo –yo quería preguntar eso a Caparrós–, si uno se despertara de un coma y viera de golpe los diarios de América Latina, vería que la mayor hambre del continente se sufre en Venezuela; ello no sólo por la falta de alimentos, sino por el uso político que se da a la pobreza desde el aparato del Estado”, comenta Arce a este diario.
El argentino Martín Caparrós suele cerrar algunas de sus pláticas recordando una frase puesta en su libro y que obtuvo del ex relator especial de Naciones Unidas (ONU) para el Derecho a la Alimentación, Jean Ziegler:
“La destrucción, cada año, de decenas de millones de hombres, de mujeres y de chicos por el hambre constituye el escándalo de nuestro siglo. Cada cinco segundos un chico de menos de diez años se muere de hambre, en un planeta que, sin embargo, rebosa de riquezas. En su estado actual, en efecto, la agricultura mundial podría alimentar sin problemas a 12 millones de seres humanos, casi dos veces la población actual. Así que no es una fatalidad. Un chico que se muere de hambre es un chico asesinado.”