Entre el sonido local del Teatro de la Ciudad se escucha el nombre de César Vega Pérez. El pequeño, de 12 años de edad, sube orgulloso al escenario para recibir una laptop de manos del alcalde de Querétaro Marcos Aguilar.
Él es uno de los 258 estudiantes que recibieron esta herramienta informática gracias a sus buenas calificaciones.Su promedio actual es de 9.8.
Con una seguridad que asombra, César dice que sus buenas calificaciones son por su trabajo y dedicación al estudio: “Mientras otros dejan de hacer sus tareas y no estudian, yo trabajo mucho en mi escuela, me gusta mucho”.
“Por eso voy bien”, destaca con computadora nueva en mano, la cual cuida celosamente, como si se tratara de un regalo de los Reyes Magos.
Doña Natividad, su abuela, quien hace las veces de padre y madre desde hace muchos años, asiste a la ceremonia. Es imposible no emocionarse, comenta, y con lágrimas agradece el momento.
“Estoy emocionada por todo, porque también mi hijo ya me salió de la prepa ayer. Es una doble felicidad. Ya no sé ni qué siento”, expresa. Lo abraza, lo besa y lo felicita.
Más allá de la entrega de su computadora, el hecho de haber alcanzado una meta es lo que hace feliz a César: “Hay que tener una meta y cumplirla. Yo les diría a todos los niños que le echen muchas ganas, que nunca se rindan”.
César escuchó el mensaje del alcalde y, al parecer, se sintió identificado; pero él no quiere ser político, ni presidente municipal ni gobernador. Lo tiene claro: él quiere ser doctor.
“Quiero ayudar a toda la gente enferma, a mi familia que me ha cuidado cuando he estado enfermo; quiero curar a la gente que lo necesita”, indica.
Los ojos de doña Natividad se vuelven a humedecer y dice: “Yo no tuve lo que tienen mis nietos. Mis padres no tenían para mandarme a la escuela, eran otros tiempos. Ahora que lo veo a él, sé, estoy segura, que va a ser un hombre de bien”.
Los padres de César no pudieron asistir a la ceremonia; tienen que trabajar para llevar el sustento a la familia. Tienen que trabajar para pagar colegiaturas, libros, alimentación y saben que eso significa no poder estar en momentos especiales como éste.
Pero ahí está la abuelita, dispuesta a brindar todo para que su nieto —casi su hijo— siga por el camino que no sólo emociona a su familia, sino a una ciudad y a un país tan necesitado de ciudadanos como César.