En Querétaro, si usted pregunta por Plaza de la Independencia pocos le van a dar santo y seña. Tenga cuidado porque lo pueden mandar al Jardín Obregón, que es más grande y más vistosa, con más fuentes y más gente paseando, pero no es el corazón patriótico de la ciudad.

Pero si usted pregunta por Plaza de Armas o Plaza de los Perritos, o incluso si pregunta por la plaza donde está la estatua de un marqués que fue embaucado por una monjita en el siglo XVIII, lo encaminarán a donde se debe.

La leyenda del marqués, del Villa del Villar del Águila es muy conocida. Fue embaucado por una monjita, prometiéndole amor a cambio de una casa y que le llevara agua, por medio de un acueducto.

Pero no permita que la historia del marqués se lo cuente un guía de turistas, ni lo lea en manual de historia breve de la ciudad, deje que sea un parroquiano cualquiera, o un boleador de Plaza de Armas el que le platique la historia, pues es más sabrosa la narración.

“El marqués se tardó años en hacer la casa y llevarle el agua a la monjita. Cuando terminó la fue a buscar al convento y le entregó las llaves, la monjita le dijo: ‘hijo mío, rezaré por tu alma todos los días, un padre nuestro y dos aves marías, ve con Dios’ y que le cierra la puerta en la nariz”, así cuenta lo sucedido don José Ramiro Meléndez, quien desde hace casi tres años limpia zapatos en ese lugar.

Vaya usted a saber si las cosas sucedieron tal y como la cuenta este hombre de apariencia humilde.

La versión oficial, para turistas, está escrita en las paredes de la casa que le regaló el marqués a la monjita, convertido ahora en hotel de lujo.

Los únicos que identifican a Plaza Independencia por su nombre oficial son los queretanos de nación, los viejos, los que han vivido de siempre en la ciudad y cada vez son menos, y que pocas veces van a ese lugar a pasear porque, como dijo don José, “no vienen por que la tiene bien vista”.

Se llama Plaza de Armas porque así la gente lo ha querido, y porque en esa placita, poco lucidora por sus dimensiones, pero brillante siempre por la cantidad de gente que la visita, se encontraba la comandancia local. “Siempre había policías o militares”, comentó el bolero con más de 20 años de oficio.

Le dicen La Plaza de los Perritos, por los cuatro canes que adornan al marqués que le tiró los ídem a la monjita en el siglo XVIII.

El nombre de Plaza de Armas fue adoptado incluso como oficial por las autoridades. Existen dos símbolos patrios casi sagrados en Querétaro: La Casa de la Corregidora y La Plaza de la Independencia o la Plaza de Armas.

La primera es ahora casa de gobierno, más como atractivo histórico, porque el gobernador ya no despacha en ese sitio. Pero la Plaza de Armas es otra cosa. En sus bancas y sus jardines fluye la vida queretana, para bien y para mal.

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