María Concepción Jiménez Pérez tiene 83 años y se describe como una mujer dependiente de sí misma, que no le teme a nada. Conchita, como le dicen de cariño, inicia su día agradecida por un nuevo despertar. “Sí, doy gracias a Dios, porque puedo mover mi cuerpo, caminar; luego pienso lo que tengo qué hacer y cuando salgo al patio y veo al cielo tan hermoso, digo: Señor, qué maravillas creaste”.

Es madre de seis hijos, tiene ocho nietos y cuatro bisnietos. “Vivo prácticamente sola, estoy con un hijo pero él trabaja y nos vemos poquito, y la verdad no me siento sola”.

La soledad no le inquieta, “sólo me pongo en manos de Dios y digo: si realmente tengo un día que vivir sola, pues quisiera valerme siempre por mi misma, no por soberbia de que mis hijos no estén conmigo, sino que no me gustaría complicarles la vida a ellos. Digo: Dios, ojalá me ayudes a tener siempre esa fortaleza y esa fuerza de poder seguir adelante sin depender de nadie”.

Desde hace ocho años asiste al Centro Gerontológico Plan Vida, y cuándo sus nietos le preguntan: ¿a dónde vas abuelita?, ella responde: “a mi escuelita; y ahora les digo: voy a mi segunda casa, porque me siento muy bien aquí”.

Sus nietos también le han llegado a preguntar: ¿A qué jugabas cuando eras niña, abuelita? “Y yo les platicó que nos poníamos a jugar a cualquier cosa, nos entreteníamos con cualquier juguete aunque fuera sencillo, ahora son insaciables los niños y quieren puros aparatos; pero eso sí son muy listos desde pequeñitos saben manejar el control de la televisión, saben programar, la era de la tecnología es la época que a ellos les tocó vivir pero creo deberíamos de dar un poquito más de tiempo a otras cosas, sobre todo a la familia”.

Estudió la carrera de belleza, pero ejerció poco tiempo por ayudar a su esposo en el comercio. Aunque siempre había trabajo, estaba con sus hijos. La convivencia familiar, dice, es algo que debe permanecer pese al cambio de época y los procesos de comunicación.

“Considero que ya no hay convivencia tan integra como antes, las familias como que se van separando, porque a lo mejor no descubren los beneficios de convivir; los jóvenes desconocen lo que vivimos en nuestras épocas, si dejaran un poco de su tiempo para convivir con las personas mayores de su casa, verían y valorarían el cambio, y nosotros también porque ahora ellos tienen a su alcance muchas cosas que las personas de la tercera edad nunca tuvimos”, comenta.

Las actividades de Conchita inician temprano. Se arregla, prepara su desayuno y se alista para ir a Plan Vida, ahí toma clases de acondicionamiento físico, como hacer bicicleta y también teatro.

Al regresar a casa prepara la comida y después se da tiempo para ver televisión, leer o escuchar música. “También me pongo hacer cositas de la casa, porque en ese aspecto soy dependiente de mí misma. Y eso es lo que hago todos los días”.

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