Cuando uno camina por la ciudad, aunque las banquetas son angostas, no se presenta mayor dificultad para sortear los diferentes obstáculos que hay en el camino: piedras, postes, coladeras, teléfonos públicos, raíces de árboles que han roto la banqueta y las mismas banquetas, e infinidad de interferencias que pueden bloquear el caminar.

Pero cuando el recorrido es en una silla de ruedas las cosas se complican bastante. El rodar diario de una persona que tiene alguna discapacidad y que necesita desplazarse sobre este medio en su andar cotidiano, se encuentra con más obstáculos que los que uno puede pensar tan solo en una cuadra. Hay que ponerse en los zapatos de los demás, en este caso en las ruedas de quienes las ocupan.

Estas complicaciones son muchas y variadas que empiezan con las mismas banquetas accidentadas, angostas, con escalones para acceso de vehículos a las cocheras, hasta rampas destinas especialmente para uso de sillas de ruedas bloqueadas por algún vehículo.

Los esfuerzos por parte de organizaciones en pro de los derechos de personas con capacidades diferentes, así como de las mismas autoridades para hacer menos complicado el traslado de personas en sillas de ruedas o con alguna discapacidad, se ven anulados por la “distracción” de algunos automovilistas que parece no comprenden que se bloquea su único acceso.

La indiferencia de la sociedad ante las necesidades de movilidad de personas en sillas de ruedas, muletas o con alguna complicación ha hecho que algunos grupos realicen talleres en plazas públicas con la finalidad de que personas “normales” se pongan por un momento en la difícil situación que presentan a diario los discapacitados.

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