Metrópoli

En vacaciones, pide obispo reflexionar

En vacaciones, pide obispo reflexionar
12/04/2014 |00:08
Redacción Querétaro
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El altar de Dolores, que se erige en honor a la Virgen de los Dolores, está expuesto en el Jardín de Guerrero, cuya bendición corrió a cargo del obispo de la Diócesis de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez, en coordinación con el Patronato de la Fiestas del Estado.

Con este altar se da entrada a la semana Alta, en la que se vive la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. De acuerdo con la religión católica, el altar es en honor al padecimiento de la Virgen por la muerte de su hijo.

Posterior al viernes de Dolores, se da paso al domingo de Ramos, que celebra la entrada de Jesús a Jerusalén, para después tener le jueves y viernes santo, sábado de Gloria y domingo de resurrección.

El obispo de la Diócesis invitó a todos los católicos y no católicos a vivir estos días en estado de reflexión, “recorrer estos caminos de Semana Santa tratando de recuperar el sentido religioso de la Semana Santa, esta Semana Santa no es un tiempo de vacaciones”.

“La Semana Alta surgió para poder celebrar con dignidad, tiempo y serenidad estos misterios de la muerte y resurrección del señor, aprovechar estas oportunidades de reunirnos como una familia, la familia queretana; el sentido de unidad no se debe perder perder”, apuntó.

El Altar de Dolores está hecho de simbolismos, de acuerdo con la fe católica los principales elementos que conforman el altar deben colocarse en siete o múltiplos de este número, en recuerdo de los siete dolores de la Virgen María.

Esos dolores son: la huída a Egipto, la profecía de Simeón, el niño perdido, el Viacrucis, la crucifixión, el descenso de la cruz y la sepultura.

Es a partir del último dolor de la virgen que se toma la evocación a la Virgen de la Soledad, para dejar el atuendo morado al negro en señal de luto.

Parte de la tradición consistía en que el viernes de Dolores se reunían las familias alrededor del altar para rezar los Misterios Dolorosos del rosario; al terminar el rezo se ofrecía a los invitados aguas frescas.

El altar, refirió el obispo “es una invitación a sentir dolor de la Virgen”.