Más Información
Josefina Aguilar no tiene un trabajo fijo desde hace dos semanas, cuenta con un apoyo simbólico del padre de sus cuatro hijos y vive en una de las zonas más olvidadas de Querétaro, sin servicios básicos como agua potable, luz o sistema de drenaje; mucho menos calles pavimentadas ni alumbrado público.
Hace seis años, la señora Josefina y sus cuatro hijos llegaron a vivir a la colonia Linda Vista, en la delegación Santa Rosa Jáuregui. Desde 2013 ha solicitado constantemente los apoyos que ofrecen programas gubernamentales a través de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) como Prospera o Progresa, sin embargo la suerte sigue sin estar de su lado. “Los apoyos se han solicitado desde hace tres años que vinieron a la entrevista los de la Secretaría, pero no salí beneficiada”, relata.
Al recibir la primera negativa, se percató que otras personas de la colonia recibían el apoyo, por lo que insistió en una segunda ocasión, pero otra vez fue rechazada. Su necesidad es mayor al hastío que provocan los trámites burocráticos de las instancias oficiales, así que no pierde la esperanza. “Hay gente que, creo yo, no necesitan el apoyo y sin embargo se les otorga, por lo que me pregunto ¿Qué es lo que ve gobierno? ¿Cómo evalúan a quién darle un apoyo? porque no entiendo. Recientemente salió beneficiada gente de aquí que tiene un ‘casonón’, tiene tienda, su camioneta, y aun así les dan el apoyo, mientras que a la gente que realmente necesita, nunca llega”, dice al equipo de EL UNIVERSAL Querétaro.
En la colonia Linda Vista todos los caminos son de terracería, hay un sinfín de terrenos baldíos y todas las construcciones ahí instaladas —que no rebasan las 80 casas— se encuentran en obra negra, mismas que enmarcan un paisaje desolador, de veredas solitarias, algunas de ellas que desembocan a una lateral del libramiento norponiente.
Su casa es una sola pieza. En un cuarto de tres por tres metros hay dos camas matrimoniales juntas al centro. Ahí descansan diariamente Josefina, su hijo mayor José Benito, de 16 años de edad, Clarita de 14, Bernardo, de 11 y Jesús Gabriel que cumplirá 8.
Frente a las dos camas hay una pequeña mesa y sobre ella una pequeña estufa de dos parrillas. Ahí, Josefina cocina la comida para todos, antes de ir a buscar alguna actividad para emplearse y ganar el sustento del día.
Van dos semanas que dejó de cuidar a dos niñas en un fraccionamiento cercano, porque era mucho tiempo invertido y muy poco sueldo el que recibía, “ahorita lavo ropa por un lado, plancho ropa por el otro, vendo ropa usada por ahí, de esa manera es como la vamos librando”.
Actualmente separada, Josefina reconoce que el padre de sus hijos aporta un apoyo mínimo “trabaja en una tortillería en el Ejido Modelo, les pasa una ayuda a los niños de 400 pesos a la quincena, pero son bastantes gastos y con eso no alcanza”, platica.
La inseguridad también es otra problemática de la zona que se considera irregular. A todas horas hay riesgo de sufrir un atraco, aunque se incrementa por las noches al no haber iluminación en las calles. Para Josefina, en este tema dice “nos va bastante mal”.
“Estamos hablando que aquí a las personas las asaltan a plena luz del día; ahí por el puente luego son las 10 u 11 de la mañana y ya están ahí los chavos drogándose, fumando, tomando y está muy fuerte la inseguridad”.
Otro de sus retos como madre, es guiar a sus hijos para que no se involucren con jóvenes problemáticos en la localidad, pero reconoce que a veces “no estoy mucho con ellos porque tengo que trabajar, pero cuando estoy aquí procuro hablarles y decirles que no hagan cosas indebidas”.
Detrás de su casa hay un pequeño barranco, en donde corren aguas negras. Desagüe de las zonas residenciales aledañas, todas ellas sobre el libramiento. Está al aire libre y significa un latente riesgo para la salud.
El servicio que es más urgente para ella es la instalación del sistema de agua potable, ya que sus hijos y ella padecieron también enfermedades estomacales, luego de beber la que les surte la pipa cada semana en la zona.