Desde hace 20 años, María Dolores Reséndiz Martínez, vende carpetas, manteles y servilletas cosidas a mano. Originaria de Tolimán, en varias ocasiones trató de dejar su municipio para establecerse en la capital del estado y obtener mejores ingresos, pero no lo ha conseguido.
Llegó a vender afuera de una tienda, en el centro de la ciudad, para comercializar sus artesanías ya que en Tolimán no existen personas que compren sus productos.
Derivado de un curso que tomó en su comunidad Mesa de Ramírez, es que aprendió el oficio de coser, bordar y tejer, y de ello se mantiene ella y su esposo, mientras que sus dos hijas ya se encuentran casadas “y ellas tienen sus gastos, no me ayudan y no les pido”.
Dice que en la actualidad tiene un lugar en la central de camiones del municipio “en el techo” por el que paga 300 pesos por el derecho para ocupar seis metros por año. En ese lugar dice que se ha acostumbrado a vender sus productos ya que no la dejaron en la capital, “los inspectores me querían robar mis cosas por vender en la calle”.
La mujer externó su preocupación por las pocas ventas de mercancías artesanales y pidió a las autoridades competentes su apoyo para que establezcan lugares en los cuales los artesanos queretanos pueden vender su productos.
María mencionó que le gustaría vender en el municipio de Querétaro pero no se puede por la presencia de los inspectores, ya que las veces que ha ofrecido sus productos se le acerca gente a preguntar cuánto cuestan los trabajos de costura que hace.
“Muchas veces, en los 20 años que llevo, le digo a mi señor: voy a vender a Querétaro pues no tenemos de comer y vamos a hacer la lucha ahí a ver si vendo algo ahí, y pues nada, no me dejan los señores”, detalló.
Recordó que en una ocasión en la capital tenía sus cosas encima de un cartón para comenzar a vender, momento en el que se acercó un inspector y le aseguró que se iba a llevar sus productos a la delegación, “me desconoció, si yo también soy de Querétaro”.
Antes, María pasaba de un lado a otro por el centro de Querétaro para tratar de vender sus manteles pero ya no lo puede hacer, debido, a su edad, que le dificulta desplazarse de manera rápida, sin embargo, afirmó que “es triste que uno les ande pidiendo un lugarcito, aunque uno pague, y no se lo den. Es tan bonito trabajar, pero no nos quieren en la ciudad de uno”.