Familias de San Pedro Ahuacatlán, en San Juan del Río, han encontrado en la producción de ladrillos una fuente segura de ingresos, generadora de empleos y también, reconocen, un medio productivo contaminante. Pedro Ramírez es uno de los productores, que, además, ofrece fuentes laborales a familias de la zona.

Las condiciones precarias de trabajo, el olor a humo en sus ropas y la arcilla en sus manos se vuelven imperceptibles con los años para Pedro y su familia; cuentan con un terreno propio en el que han construido su horno y desde hace muchos años es su forma de vida.

Pedro y sus cuatro hermanas, con las que administra el negocio, emplea en la producción leña y desechos de madera obtenidos de empresas que elaboran tarimas; desde hace más de seis años dejó de emplear residuos plásticos y llantas, para que las autoridades de ecología dejaran de molestarlo, dice.

El proyecto de tecnificación de la producción de ladrillos mediante la creación de hornos ecológicos se ha quedado estancado debido a que los existentes carecen de energía eléctrica. El uso de combustibles menos tóxicos es para los productores un lujo debido a sus costos, por lo que han desistido de estas alternativas.

Es en Visthá donde mayormente se emplean plásticos y residuos tóxicos en la elaboración de ladrillos, que las mismas industrias se encargan de facilitar a los productores. “Hay empresas de San Juan y de Querétaro que mandan sus camiones con desechos, los venden barato a los productores. No hay otra alternativa para ellos porque las ganancias son pocas”, dice Pedro.

Según datos dados a conocer por la Dirección de Ecología municipal, de acuerdo con el diagnóstico ambiental publicado a finales del 2011, en la zona de ladrilleras se ha detectado un elevado índice de contaminación del aire, producto de las emisiones de los hornos.

Compuestos orgánicos persistentes y otras sustancias altamente tóxicas se detectaron en el aire, al igual que micronúcleos en los linfocitos de personas expuestas a tales contaminantes, tanto en productores de ladrillo como en personas que habitan en zonas cercanas, y que de acuerdo con el estudio pueden causar afecciones respiratorias y defectos de nacimiento.

Para 2007 fue puesto en marcha el programa de reconversión de producción ladrillera mediante la construcción de 20 hornos ecológicos MK2, que empleaban para su operación aceites aprobados por la Semarnat, por sus bajos niveles de contaminación, y contaban con quemadores eléctricos.

Luego de su uso, se comprobó que las emisiones contaminantes se redujeron en más de 40%, por lo que se planteaba sustituir a largo plazo los más de 300 hornos tradicionales de la región, incluidos los de Tequisquiapan, pero los productores se quedaron en espera de que se implementará la energía eléctrica necesaria para operar los hornos y, a la fecha, están prácticamente abandonados.

Como alternativa para evitar altos niveles de contaminación se distribuyó un combustible especial a todos los productores, pero no fue bien recibido, pues el proceso de producción con estos aceites es tardado y costoso, asegura Pedro.

“Si con la leña nos tardamos 24 horas en producir ladrillo, con los aceites que nos vendían tardábamos lo doble. Es combustible que según traen de Guadalajara, pero ahí tenemos los tambos llenos, nadie lo quiere, porque no es costeable, aunque no contamine como dicen”, asegura.

Aunque los productores están dispuestos a emplear otro tipo de combustible, hasta el momento no han recibido otra alternativa para la quema en sus hornos.

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