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El jerarca católico rompió una vez más los protocolos. En el vuelo que lo trajo a México bromeó, se puso el sombrero de charro; a su arribo dejó la solemnidad del recibimiento de jefe de Estado y, para cerrar la noche, abrió las puertas de la Nunciatura Apostólica para salir a la calle, al encuentro de la gente que por más de ocho horas lo esperó. Con ellos rezó y envió su primer mensaje de conciliación para los mexicanos.
Después de un viaje que duró más de 18 horas —con escala en Cuba—, del recibimiento en el Hangar Presidencial, y 19 kilómetros más a bordo del papamóvil hasta llegar a la Nunciatura Apostólica, el Santo Padre no decepcionó a quienes anhelaban verlo aunque fuera por unos segundos.
Ante la algarabía que provocó su llegada a la Nunciatura, poco antes de las 22:00 horas, el Pontífice salió del recinto, provocó llanto, aplausos y gritos de “¡te queremos!”.
Dejó a su espalda al equipo de seguridad para hablar a la gente en las vallas, a quienes cantaban les pidió sonriente que “dejaran descansar a los vecinos”, pues entre el sábado y domingo habrá muchas actividades en que ocuparán la energía.
Comenzó a rezar con los fieles, aprovechó para bendecir a los asistentes y a México entero, conminando a que todos “se quieran”, puesto que de esta manera el país estará mejor, “les pido que en su corazón recuerden a las personas que quieren, y también a los que no quieren, a la gente con la que están enojados, a los que le tienen rabia, que le tienen celos, que le tienen envidia, y pongamos todos a los que queremos y a los que no queremos delante del Señor, para que junto con nosotros bendiga a todos… ¿de acuerdo?”.
Les pidió “ahora en silencio cada uno que piense en esos nombres, en esas caras, en esas personas para que le dé la bendición”, indicó para después tomarse un minuto para orar y dar la bendición a los fieles.
Con voz cansada, pero sin perder la alegría, los invitó a que “ahora tranquilitos nos vayamos a casa en paz y mañana nos volvamos a encontrar, pero no se olviden, mientras vamos a casa o vayamos a dormir, mirar a la Virgen y recordarles esos rostros de las personas que nos quieren, para que la Virgen los bendiga”.
La alegría fue evidente siempre, desde que salió de Italia, su ánimo se reflejó en un vuelo en el que bromeó con los más de 70 comunicadores que viajaban con él, habló sobre futbol argentino, se tomó selfis y escuchó mensajes y recibió cartas. Habló de su gusto por el mimo Cantinflas.
Antes de comenzar a saludar a los periodistas, Bergoglio recibió un sombrero de charro mexicano con una imagen de la Virgen de Guadalupe y se lo colocó emocionado, como lo hicieran Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Recibimiento con vítores. Una cobija ligera y una gruesa capa de fe ayudaron a doña Eugenia a resistir más de cuatro horas para ver al Papa. Los padecimientos renales no fueron un impedimento para vitorear al Pontífice desde una silla de ruedas cuando por fin vio al papamóvil en la lateral de Circuito Interior a la altura de Fray Servando.
Acompañada de sus seis hijos y 10 de sus nietos, María Eugenia Ramírez consideró que su espera valió la pena. Por unos momentos, se olvidó del spray que necesita cuando le falta el aire: tenía emoción de sobra.
“El papa Francisco sí se preocupa por nosotros los enfermos y por las víctimas de la violencia, eso nos da esperanza y mucha tranquilidad para seguir luchando”, aseguró.
La hija de doña Eugenia, Rubí Negrete, explicó que siempre que un papa visita la Ciudad de México van a hacerle valla. A Juan Pablo II lo vieron en tres ocasiones y tienen muy buenos recuerdos. Con Francisco, no podían faltar.
Pero también reconoce que ambos son muy diferentes. Para ella, el mensaje del actual Pontífice es que la Iglesia católica debe estar más cerca de la sociedad y poner más atención en las necesidades de la gente.
Daniela Flores llevó a su niña y a su niño para que conocieran al Obispo de Roma. Originaria de Tepic, Nayarit, aseguró que era muy pequeña cuando vino Juan Pablo II, pero que Bergoglio la ha acercado a la Iglesia.
En el primer recorrido del Pontífice en suelo mexicano sólo hubo un pequeño incidente, cuando elementos del Estado Mayor Presidencial y de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México detuvieron a una mujer que intentó acercarse al vehículo que transportaba al Vicario de Cristo.
Cuando el papamóvil circulaba sobre Circuito Interior Río Churubusco, una mujer atravesó las vallas y el cerco de seguridad para llegar hasta Francisco. El equipo que resguardaba el paso del Jerarca católico reaccionó y logró detener a la mujer. Sin embargo, el vehículo papal se orilló y se detuvo alrededor de tres minutos para después continuar su camino a la Nunciatura Apostólica.