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Juan Torres acumula muchas anécdotas durante sus 25 años de taxista, desde percances viales hasta intentos de asaltos, sin embargo, dice que disfruta mucho de su trabajo, ya que le gusta manejar y disfruta de la libertad que le da andar todo el día en la calle.
Juan espera a que llegue el pasaje en el sitio que se encuentra afuera de una tienda de autoservicio en avenida Zaragoza. Platica con sus compañeros de oficio. Hacen algunas bromas.
Mientras espera a que llegue el pasaje recuerda que le ha tocado ver de todo, menos cosas raras y ovnis. Accidentes, de lo más frecuente que ha presenciado en estos años tras el volante.
“He visto varios. Uno de frente, ahí en el hospital general, cuando todavía no estaba la división. Venía un carro por la (carretera) México-Querétaro y chocó de frente contra un taxi. Nada que ahí, afortunadamente, estaban afuera del hospital y salió luego luego la ambulancia, pero ese estuvo muy impactante. Yo estaba en la orilla esperando pasaje cuando vi todo. Se me hizo muy impactante”, asevera.
El taxista ve a cada persona que pasa frente a él como un potencial pasaje, pero éste tarda en llegar. Dice que por la mañana es más el tiempo que deben de esperar para cargar, pues las personas no solicitan mucho el servicio, al menos en ese sitio, antes de las 10 de la mañana.
Dice que es más frecuente de lo que se podría pensar que lleguen hombres a la ciudad y pregunten por la zona roja, a lo que él, cuando le piden que los lleve, los conduce hasta río Ayutla. “Es la oficial”, dice.
Sin embargo, a donde nunca los lleva es a donde venden droga. “Ahí sí, no los llevo. Luego son drogadictos, no pagan, y nomás le quitan el tiempo a uno. A esos lugares no conviene ir”, apunta.
Por otro lado, indica que también llegan muchas personas que le piden les recomiende un buen hotel o un buen restaurante. Dependiendo del dinero, de lo que se quieran gastar, precisa, los lleva a los diferentes lugares que tiene Querétaro.
Por la naturaleza de su oficio, los taxistas conocen estos sitios y muchos otros. Los años de experiencia, de recorrer las calles, conocer las colonias, antiguas y nuevas, de la capital queretana, los convierte en potenciales guías de turistas.
Agrega que también le ha tocado brindar el servicio a extranjeros que llegan a la capital queretana, teniendo que hacerlo a señas o a medias palabras. A veces, comenta, hablan un poco de español y con el teléfono me traducen.
Indica que en estos cinco lustros dedicado al taxi también ha sufrido algunos accidentes, aunque por fortuna, subraya, han sido “lamineros”. Eso demuestra que no todo detrás del volante es “miel sobre hojuelas”.
“También he sufrido intentos de asalto. Me han sacado (apuntado) la pistola, me han querido golpear, pero yo creo mucho en Dios, siempre me ayuda. Siempre han sido intentos de asalto, nunca me han robado. Siempre me encomiendo al patrón, al jefe de allá de arriba. Pero siempre está difícil, porque uno nunca sabe a quién sube y lleva y qué lleva la gente. Pueden llevar armas, drogas y uno ni cuenta se da”, enfatiza.
Juan dice que no brinda servicio nocturno, pues es peligroso, además de que muchas ocasiones, a esas horas, se tiene que lidiar con los ebrios que salen de antros y bares, quienes no en pocas ocasiones “se ponen necios” y no quieren pagar el servicio. En algunas ocasiones le ha pasado que los pasajeros alcoholizados le dicen que ya le pagaron la dejada y se bajan del coche, “y ni modo de bajarte, están en su barrio y si te bajas te agarran ahí entre todos”.
Situaciones de emergencia
Otras de las situaciones que tienen que sortear los taxistas, y que le han pasado a Juan, es llevar a mujeres que van a dar a luz y requieren el servicio lo más pronto posible a un hospital.
“Las he llevado, pero no han dado a luz en el carro. Las he llevado y me van diciendo ‘apúrese, ya ando en las últimas’, o ‘apúrese que mi hija ya está dando a luz’.
“También he llevado a personas al hospital porque van mal y sí, se estresa uno, porque no lo dejan pasar y va uno en emergencia. Ni porque les echa uno las luces y se lleva una emergencia, no se ponen a pensar en eso”, asevera.
Hasta en el día le ha tocado llevar a personas a urgencias porque están muy mal. En alguna ocasión una patrulla que vio sus maniobras le abrió paso, llegando de manera más rápida al hospital.
Juan no vacila. Dice que antes se ganaba mejor en el taxi, ahora es más complicado, había más pasaje, les iba muy bien, aunque, dice, ser taxista es bueno para él, pues no se cansa tanto y se pasea por donde sea, pero sobre todo le gusta manejar y le gusta el trabajo.
Sin embargo, hay lugares que no frecuenta, por lo peligroso que se han vuelto, como Menchaca, Bolaños, Loarca y 10 de Abril, las que considera las colonias más peligrosas de la ciudad.
“Cuando me dicen que los lleve a Menchaca les digo que no voy. Allá han matado a compañeros hasta en el día, les han disparado en el día. No sé porqué razones… Quiere taxi...??”
Una joven dice que sí a la pregunta de Juan. El conductor se apresura a abrir la puerta trasera del lado derecho, para posteriormente dar la vuelta al vehículo, subir, arrancar el motor e internarse en el tránsito de Zaragoza, entre los autobuses de transporte colectivo y los autos particulares, además de los “Tsurus” amarillos característicos de la capital queretana.