Los cohetones anuncian su llegada. Procedentes primero de Santa Rosa de Viterbo y luego del templo de la Merced, la peregrinación de los pajareros llega al templo de La Cruz, como cada año. Son parte de la festividades de la Santa Cruz de los Milagros, donde concheros, vendedores de aves, comerciantes y pueblo en general se unen en una sola fe.
Previamente habían llegado los locatarios del mercado de La Cruz, que antes de su ubicación actual ocupaban la Plaza de los Fundadores.
Con sus jaulas a la espalda los pajareros caminan por la calle de Independencia. Llevan su delicada carga, compuesta de aves de diferentes especies. Gorriones, canarios, cardenales, jilgueros, loros, periquitos australianos, se pueden ver entre los adornos de flores y algunas imágenes religiosas que decoran las jaulas.
Un grupo de concheros les precede. Danzan al son de los tambores y del caracol. El humo de incienso llena el aire, mezclado con el olor a pólvora de los cohetones que son quemados.
Detrás de los pajareros un grupo de personas con arreglos florales cierran la peregrinación, que es observada por propios y extraños, quienes con celular en la mano preservan el momento y la vistosidad del acto de fe.
Frente al atrio de La Cruz, una docena de vendedores ofrecen los tradicionales “gallitos” para usarse en la vigilia de la noche, a cargo de los grupos de concheros y apaches, que este martes continuarán con las festividades religiosas.
Una muchedumbre se reúne a ver el arribo de los vendedores de aves, criticados por grupos de ambientalistas y animalistas, y vistos por otros como parte de la herencia cultural mexicana, pues de acuerdo a la doctora en Medio Ambiente y Desarrollo, Blanca Roldán-Clará, la tradición de vender aves proviene de los tiempos prehispánicos y es heredada de padres a hijos.
Al llegar al atrio de La Cruz, una batería de cohetones dan la bienvenida. El sonido de las explosiones se mezcla con los tambores y caracoles, mientras los concheros siguen danzando. En una esquina del atrio, un mariachi interpreta “Amor eterno” del recién fallecido compositor Juan Gabriel. En la esquina opuesta la banda toca otra melodía, mientras los pajareros ingresan al templo al tiempo que son rociados con agua bendita por un sacerdote.
Adentro del templo, cada uno de los vendedores de aves acomoda con delicadeza su preciosa y viva carga a los costados del altar, disponiéndose a escuchar misa. Se da otra mezcla de sonidos, tambores, caracoles, cantos de aves, cánticos católicos, todo a la vez, mostrando el sincretismo de siglos que forman la fe y la religiosidad del pueblo mexicano.
Antonio Martínez González, líder de los comerciantes de aves desde que tiene memoria, señala que como comerciantes participaron 18 pajareros, quienes desde hace 45 años acuden en septiembre a su peregrinación anual.
Don Antonio heredó de sus padres el oficio de pajarero y él, a la vez, lo transmite a sus hijos, 13 en total, aunque uno ya falleció, quedando con vida seis hombres y seis mujeres, todos ellos dedicados a la venta de aves.
“En la actualidad hay personas que tienen criaderos y nos surtimos como ellos, pero antes, desde que tenía ocho años, andaba como mi papá en los ranchos, en Tolimán, San Pablo Tolimán, Tequisquiapan, San Juan del Río, La Llave, La Valla, capturando los pajaritos con las trampas”, recuerda. En la actualidad, abunda, sin más perseguidos por las autoridades, aunque desde su punto de vista, sin razón, pues su oficio es ancestral.
“Tenemos muchos obstáculos para vender nuestros pajaritos, siendo que es una tradición. Tenemos muchos obstáculos. No es justo porque nosotros no vendemos porquerías, vendemos nuestros pajaritos, nada más”, subraya.
Subraya, al tiempo que señala sus jaulas, que los jilgueros que comercializa son criados por ellos mismos, y cuando comienzan a cantar los sacan a vender, al tiempo que enfatiza que cuidan más a las aves que a ellos mismos, pues es su oficio y les dan de comer.
Precisa que con el paso de los años y la experiencia que tiene como pajarero, conoce cuando un ejemplar está enfermo, y cómo solucionarlo. Añade que muchas ocasiones los pájaros se enferman porque les molesta el mismo alimento diario, y hay que cambiarlo.
Don Antonio dice que los actuales “son tiempos muy fregados” para los pequeños comerciantes. Muchos vendedores deciden retirarse, pues no pueden competir con las grandes cadenas comerciales, teniendo en ocasiones ventas “sólo para comer y a veces ni para eso”.
La misa concluye. Los pajareros salen del templo de La Cruz y permanecen en el atrio, en espera del Recorrido del Gallo, que parte a las 20:00 horas del atrio hacia las capillas-oratorios de los concheros, en los barrios de La Cruz y San Francisquito, acompañados de sacerdotes, en vigilia para el martes 13 honrar durante todo el día con sus danzas a La Cruz de los Milagros.
El atrio y las calles se llenan de color. Un grupo de niñas ataviadas con trajes típicos esperan la salida del Gallo, mientras los vendedores de gallitos siguen ofreciendo sus productos a 10 pesos.
Quienes también se benefician de la fiesta son los comerciantes de comida, que prometen exquisitos guajolotes, elotes, sopes, tacos y buñuelos a los que caminarán buena parte de la noche y la madrugada. Es el comienzo de la festividad religiosa de La Cruz de los Milagros que concluirá el jueves 15 de septiembre con la despedida de los grupos de concheros, quienes regresan ese día a sus lugares de origen.
Un caracol convoca a reunión, la peregrinación del Gallo comienza.