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Estos héroes no usan capa sino una silla para montar. Son enormes, imponentes, veloces, pero sobre todo, curativos y ex policías.
Los caballos retirados de la Policía Montada de la SSP local han dejado de prestar su servicio en las calles de la ciu-dad, pero su trabajo continúa y ahora se han convertido en los mejores terapeutas para personas que viven con algún tipo de discapacidad. Se les encuentra en el Centro de Agrupamiento a Caballo Iztapalapa.
Sueña con ir a los Panamericanos
Jorge Luis tiene 24 años. Su sonrisa no deja de dibujársele en el rostro a la hora de hablar con él. Cuando nació le diagnosticaron parálisis cerebral y retraso sicomotor. Desde que era pequeño y a la fecha su mamá, Marcelina Hernández Ruiz, ha buscado la manera de apoyar a su hijo para que reciba la atención médica necesaria, aun cuando no tiene los recursos suficientes para pagar las cuentas de hospitales para la rehabilitación.
Él inició sus terapias a los siete meses de nacido, “aprendió a moverse de pancita”, a gatear y lograr procesos visibles dentro de su desarrollo. A los seis años le donaron su primera silla de ruedas, caída del cielo para su madre, según recuerda, quien ya no podía cargarlo con tanta facilidad para llevarlo a sus sesiones.
Jorge tomó terapias durante 10 años en el Centro de Rehabilitación Infantil Teletón (CRIT) Estado de México, pero antes recorrió el Hospital Infantil de la Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez (IMAN) y centros de rehabilitación en Tacuba, Tacubaya, Legaria, Eje 5 y Chalco, sin encontrar un lugar permanente en dónde tratarse. Durante su infancia asistió a una escuela de educación especial, luego cuando lo dieron de alta y por recomendación del CRIT, Jorge ingresó a una escuela con el programa de estudios regular.
Jorge recuerda que en clase era una calamidad porque en ocasiones se sintió acosado por sus compañeros que de vez en vez le propinaban algún golpe. El bullying cesó hasta que trabajadoras sociales del CRIT, su mamá y profesores se reunieron con los agresores explicándoles que Jorge tenía el mismo derecho y las mismas capacidades para estudiar como ellos, relata.
La madre de Jorge recuerda ese pasaje sin dejar de sonreír, asegura que su muchacho nunca pierde el ánimo. Tras 11 años de equinoterapia, “ahora es un atleta que ha competido en diferentes estados, le gusta el atletismo, la natación y el futbol. Tiene 22 medallas de primer lugar en esas disciplinas; en segundo lugar tiene 19 y en tercer lugar cuatro”, presume la orgullosa madre.
Marcelina supo de la corporación equina por una amiga quien, mientras esperaba a que sus hijos terminaran la sesión de terapia en el CRIT, le habló de lo caballos. Por lo que le decían, Marcelina pensó que ese era un buen lugar para su muchacho. La primera vez que Jorge montó a Pokemón sintió miedo. Tiempo después ese potro sería su leal compañero, justo de la mano de su primer instructor, cuyo nombre todavía recuerda: “Próspero. Él me enseñó a montar bien, a sentirme seguro en el caballo al galopar”.
Después de sufrir varias caídas, Jorge hace una analogía de la vida y su experiencia con los caballos, “siempre en mi vida ha sido caer y levantarme y seguir aprendiendo de mis errores. Me gustaría continuar con mis entrenamientos, incluso si me dejaran participar en los Panamericanos lo haría en salto a caballo”.
Cuando Próspero lo conoció, Jorge tenía las manos engarrotadas, no podía sostener objetos y su problema de estrabismo era severo. Ahora el joven camina erguido y hasta puede hacer piruetas en el lomo de un caballo en movimiento.
Jorge mira con entusiasmo el futuro, estudia el bachillerato abierto. “La escuela no deja de ser importante”, aclara. Quiere equilibrar el estudio con su trabajo físico diario.
Los lunes va a la escuela, y el resto de la semana lo reparte entre ir a practicar salto ecuestre, nadar en la alberca olímpica de la Comisión Nacional del Deporte (Conade) y entrenar atletismo en el Deportivo Santa Cruz. También “a veces, cuando se requiere a alguien para jugar futbol, ahí estoy de defensa o de portero”.
Una rutina sin relinchidos. La hora de entrada de los instructores al centro de Agrupamiento a Caballo Iztapalapa es a las 6:30 de la mañana. Después del pase de lista, cada uno de los 41 elementos saca a uno de dos caballos que tiene a su cuidado. Abren las puertas de los establos para que salgan los cuadrúpedos a un recreo, en donde sus músculos se destensan y puedan liberar la energía que acumularon en la noche.
Cuando “lleguen los chiquitines, el caballo ya no tendrá ganas de reparar o de relinchar porque la hora de correr ya la tuvo antes”, comenta el primer inspector Álvaro Figueroa, responsable del Programa de Equinoterapia de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de la CDMX.
Existen tres centros de agrupamiento a caballo que pertenecen a la Policía Montada de la SSP, en donde se ofrecen los servicios de equinoterapia sin ningún costo. Iztapalapa es el que alberga la mayor población de equinos con 630. Le siguen Álvaro Obregón y Xochiaca.
En el cuartel Iztapalapa, que opera desde 1998, hay diversos tipos de ejemplares como: potrillos, que aún no están en edad de salir a trabajar en las calles con la Policía Montada; yeguas, que están en el área de reproducción con las crías; caballos seniles, los que hacen servicio de policía; y los que comprenden el equipo de terapeutas que sólo son 70 elementos.
Ningún caballo es sacrificado, permanecen en el agrupamiento hasta su muerte.
En este cuartel atienden a 780 pacientes con más de 48 discapacidades diferentes, que van desde padecimientos neuromotrices, sicomotrices, conductas de aprendizaje y socialización, autismo, síndrome de Asperger, síndrome de Lennox, parálisis cerebral, retraso del desarrollo, síndrome de Down, trastorno por déficit de atención, entre otros.
No cualquier caballo puede ser un terapeuta, hay reglas. La primera es que debe ser mayor de ocho años, porque a esta edad ya han superado su etapa de potrillos, lo que significa que son más tranquilos y seguros.
Segundo, si no son tan veteranos, deben tener un carácter dócil y ser pacientes, lo que no se encuentra de manera natural en un caballo.
Tercer regla, su alzada –que es la altura del lomo del caballo– debe quedar al alcance del instructor, para que el paciente esté más cerca y la terapia se pueda maniobrar con éxito.
Para ser instructor de estos agrupamientos a caballo se debe contar con una certificación de la Asociación Mexicana de Equitación Terapéutica. Actualmente hay 41 elementos: nueve mujeres y 32 hombres. “Parte de la obligación que tenemos es procurar siempre que la gente que trabaje esté debidamente capacitada”, dice el instructor.
La hipoterapia es una monta a caballo que ofrece beneficios tangibles debido a reacciones a nivel físico y neuronal. Expertos la conciben como un caminar sentado, además no hay edad específica para tomarla. Sentir el pelaje de estos ejemplares, su respiración, así como su energía, ayudan a sanar y sobre todo a relajar a las personas que los montan. En el caso de quienes padecen algún tipo de enfermedad, los equinos ayudan a que se relajen y tomen confianza en sí mismos para tener una vida mejor.