El Garabato es una tienda de antigüedades ubicada en el Centro Histórico de la capital, pertenece a Francisco Rabel Flores, quien es coleccionista de objetos —desde hace 20 años— de la época colonial en adelante.

En la tienda se oferta una diversidad de artículos como lámparas, muñecas, discos de vinilo, libros, espejos, cajas decoradas, maletas o botellas de diferentes estados, países o épocas.

Entre los más costosos se encuentran objetos producidos durante el siglo XVII con valor de varios miles de pesos por ser obras artísticas —como una puerta colonial de 15 mil pesos— hasta cajas de cerillos fabricadas en años anteriores con un valor de 5 pesos.

Francisco explicó que la idea del nombre surgió como iniciativa de buscar una palabra que hiciera referencia a algún objeto desconocido o ya no utilizado por la personas.

“La mayoría de la personas creen que un garabato es un rayón. No, garabato es un gancho utilizado anteriormente para colgar alimentos en las cocinas para que los roedores no se las comieran, parecido al de las carnicerías, de ahí el dicho ‘un ojo al gato y el otro al garabato’”.

Lo que más aprecia don Francisco de su establecimiento es ver la reacción de las personas al ingresar al local, pues señaló que la tienda de antigüedades no sólo es un lugar para comprar cosas, sino que transporta a las personas a su pasado o a otras épocas en las que les hubiera gustado haber vivido.

“Qué bonito, ‘mira, ¿te acuerdas?, esto lo utilizaba mi abuelita’ o ‘cómo extraño ese rancho’; es tienda pero mucha gente entra como si fuera museo”, relató, son las expresiones de los clientes al observar los objetos en El Garabato.

El inicio

El coleccionista comenzó su pasión realizando viajes por diferentes pueblos del país, en los que compraba —principalmente— utensilios cotidianos utilizados por los habitantes de las zonas rurales e insólitos, de las personas ubicadas en las regiones económicamente más desarrolladas.

“Yo andaba en los pueblos por cuestiones de mi otro trabajo, pues yo me dedicaba al teatro; en mis tiempos libres cuando estábamos de gira, desde la calle yo veía desde fuera al interior de las casas y me llamaban la atención los objetos, les pedía que me las vendieran para mi colección”.

Sin embargo explicó que con el tiempo sus amigos comenzaron a interesarse —también— por las cosas compradas y a pedir que se las vendieran, “de pronto, me llegaron personas desconocidas que pedían los artículos por mayoreo; ahora ya no solamente busco en pueblos, sino la gente viene a ofrecerme sus antigüedades”.

Rabel Flores indicó que las cosas adquiridas por las personas son utilizadas principalmente para adornar sus casas o para hacer algún presente, sin embargo, también contrastó que la mayor parte de los objetos que la gente llega a venderle a El Garabato es “porque las personas ya no quieren cargar con ellas o porque les falta espacio en sus hogares para colocarlos”, sin embargo dijo que todo era un ciclo pues “la basura de otros es el tesoro de alguien”, concluyó.

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