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Internos del Centro de Readaptación Social (Cereso) en San José el Alto elaboran bolsas artesanales que son producto de exportación y vendidas en diferentes países, principalmente Estados Unidos.
Con una producción promedio de 3 mil bolsas por semana, los procesados llegan a ganar 600 pesos semanales por su trabajo.
De acuerdo con el director del Centro de Rehabilitación Social (Cereso), Joaquín Ruelas, estos trabajos los realizan los internos de baja peligrosidad y que tienen sentencias de hasta 20 años.
Las pedidos para el taller llegan de empresas en Estados Unidos, y eso permite que en el interior del centro de reclusión los internos hallen una forma de ganar dinero para el sustento de sus familias.
El supervisor de maquila Ulises Heriberto Cervantes Ruiz es el único ex interno que tiene autorización para laborar dentro de este centro penitenciario y convivir con los reclusos, a quienes proporciona capacitación y un manual de operaciones que permite la certificación ISO 9000.
“Aquí hacemos bolsas de materiales reciclados, como papel metalizado, y una parte la hacemos en impresión. Todo lo que hacemos aquí es pura exportación. El trabajo me lo gané a base de muchos años. De hecho, empecé como cortador y pues trabajando, cuando inició la maquila, empezamos poco a poco y pues empezó a crecer y crecer. A través de los años creo que me gané la confianza de la gente, nunca he quedado mal y a la fecha sigo. Ya salí, pero regreso a diario”, relató el ex convicto.
Reflexiones
Entre el trabajo duro de los hombres se puede sentir una fuerte depresión, en vista de que los reclusos tienen mucho tiempo para pensar en todo lo que perdieron.
Por esta misma razón, algunos de ellos, considerados de baja peligrosidad, realizan trabajos en los diferentes talleres, pero no se les puede forzar, aunque el trabajo sea un aliciente para reducir su condena.
“Aquí tienes el tiempo de pensar que en realidad hiciste mal, que eso es muy importante porque mucha gente no se quiere dar el tiempo de pensar qué hizo mal y qué no. Al menos aquí yo sí me di cuenta de mis errores, y nunca es tarde para empezar, así que pues me dediqué a trabajar y a echarle muchas ganas, porque aquí lo que necesitamos es hacer todo con mucha calidad”, dijo.
Uno de los internos, Christian Torres, acusado por robo y homicidio, es otro supervisor de producción en este taller de maquila, quien se encuentra trabajando para poder mandar dinero a su familia, a la que perdió después de que se le dictaran 17 años de cárcel.
“Llevó cumplidos ocho años y seis meses de mi condena. Aquí me encargo de checar que las cosas se hagan bien. Antes era el responsable del terminado de las bolsas, ahora soy el encargado del proceso de las bolsas. Aquí nos encargamos de hacer que las bolsas vengan en perfecto estado, y de verificar que las grapas o secciones con las que se arman no estén rotas, y después se manda todo a terminado para que se pueda enviar al extranjero”, explica.
El trabajo de estos hombres es remunerado de forma económica.
El sueldo mínimo de cada interno es de 600 pesos a la semana, pero en temporada alta puede subir, dependiendo de la cantidad de trabajo que entregan.