Sociedad

“Sólo pido para mis hijos zapatos ortopédicos”

Alicia vive en Pinalito de la Cruz, zona llena de carencias en la sierra

Hasta hace unos años, autoridades dotaron de zapatos especiales a los hijos de Alicia, pero dejaron de ayudar, dice. (FOTO: CÉSAR GÓMEZ. EL UNIVERSAL)
20/11/2016 |23:59Marco Antonio Estrada |
Redacción Querétaro
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Uno de los puntos más alejados de la zona urbana de la Sierra Gorda, de los más elevados y más fríos, esos espacios que en ocasiones se olvida que siguen siendo parte de Querétaro, se llama Pinalito de la Cruz. Una comunidad de Landa de Matamoros donde llueve durante más de la mitad del año, ahí la desigualdad, las carencias y la falta de oportunidades también existen, pese a que la población no llega a mil.

Una de las habitantes más longevas de la zona, Alicia Servín García, conoce cuál es el escaso desarrollo que ha tenido este lugar durante los últimos años, y pese a que las autoridades buscan construir carreteras o dotar de servicios, esta mujer de 56 años de edad solo tiene una petición: que se le regalen los zapatos ortopédicos que sus hijos más pequeños requieren para enfrentar su discapacidad, y así, puedan salir del encierro al que se tienen que enfrentar.

Hace años su marido falleció y la dejó al frente de sus 10 hijos, sin embargo, cinco de ellos salieron de la comunidad una vez que se casaron. Ahora le restan cinco hijos más a los que tiene que sacar adelante; pero un niño de 15 años y una señorita de 16 tienen problemas para caminar, lo cual se generó de un “problema genético” según la explicación que los doctores le dan a Alicia.

Los recursos con los que ella cuenta para cuidar a su familia son escasos, únicamente le alcanzan para comer frijoles, huevo y tortilla —“lo que haya”— afirma. Para ello, Alicia debe trabajar vendiendo tortillas, pulque, productos de limpieza y ocasionalmente hacer limpieza en casas ajenas. Pese a esta situación, no califica dentro de los programas de asistencia social, situación por la que le han negado el apoyo que sus hijos requieren.

“Yo tuve 10 hijos, pero ya cinco se casaron y se fueron. Ahorita tengo cinco, pero unos están estudiando y tenemos que sacarlos adelante, comemos lo que hay, frijoles, tortillas, huevo, lo que tenemos a la mano nomás. Uno está trabajando, otra nomás trabaja los sábados y estudia. Yo tengo dos niños que están discapacitados, luego yo me la paso enferma también, a mí me gustaría que los ayudaran, luego los llevo a Landa (de Matamoros), pero me dicen que no les pueden ayudar”.

Durante los primeros años, las autoridades dotaron de los zapatos a los hijos de Alicia, pero “ya luego dejaron de ayudar” afirma con una voz tenue que apenas sale de su boca cubierta con un rebozo. Por ello, los jóvenes han dejado de salir de su hogar, no pueden ir a la escuela, jugar con sus amigos, o apoyar con los gastos del hogar; y es que por su enfermedad no pueden caminar por las fangosas calles que reinan en Pinalito de la Cruz.

“Si uno que anda bien se cae, imagínese a ellos, pobrecitos”, afirma la madre de estos jóvenes tras recordar los accidentes que han tenido que sufrir en una comunidad que está lejos de parecerse a la cabecera municipal.

Alicia camina despacio por la calle de la escuela primaria, cerca de su casa, pero rodeada de fango que se incrusta en sus huaraches y le hacen más lento su andar. Llueve y mira con sospecha a todos lados; su reboso la protege del frío viento y las gruesas gotas que caen del cielo. Al preguntarle cuáles son sus necesidades, no sabe qué responder, su frases son cortas, no quiere hablar con gente extraña.

Poco a poco su hablar es más fluido cuando comienza a relatar el problema de sus hijos, en su rostro de demuestra la tristeza de que no puedan disfrutar como lo hacen unos niños que pasan corriendo por ahí y saltan sobre los charco o el lodo. Sus herederos no tienen la fortuna de ir a la escuela y no sabe cuál es el futuro que les depara una vez que ella tenga que partir.

Para ella el tiempo está contra reloj, cree que tiene que hacer todo lo que pueda para garantizar un mejor futuro a sus hijos, por lo que se lamenta que a pesar de los esfuerzos que hace constantemente para ir a la cabecera municipal, se le siga negando el apoyo.

Al hablar con más confianza, revela que también le da miedo la inseguridad, pese a que desde hace poco más de 10 años su comunidad tiene luz eléctrica, afirma que le da miedo cuando las calles están completamente solas, pues el recuerdo de un robo ocurrido un año atrás sigue atormentando a los vecinos de la zona.

“Hace como un año le robaron una camioneta a un señor, lo golpearon y lo dejaron aventado en la carretera. Si nos preocupa la seguridad, aquí todavía no llega la delincuencia pero a lo mejor con más tiempo”.

Para una mujer como Alicia no existen alternativas, no puede esperar a que otros hagan por ella lo que le corresponde, es por ello que está consiente que durante el tiempo que pueda seguirá trabajando de sol a sol, desde el campo hasta la limpieza de casas ajenas, todo por sacar adelante a sus hijos, que reitera, son lo único que le importa, su único interés es que le “echen la mano con esos zapatitos” para sus hijos, que desean una vida como los demás.