Alo lejos y de cerca todos hemos admirado el Acueducto de Querétaro, monumental edificación que cuenta con 74 arcos que alcanzan una altura promedio de 28.5 metros por una longitud de 1 mil 298 m.
Esta formidable y bella edificación se debe a la gestión del llamado benefactor de la entidad, don Juan Antonio de Urrutia y Arana, Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien la mandó construir entre 1726 y 1738. Dice la leyenda que fue a petición de una monja de la orden de las Capuchinas, pero a decir del cronista del municipio del Marqués, Gustavo Pérez Lara Hernández, no existe evidencia de esto sino más bien se debió al carácter benévolo y correcto del marqués y como prueba de ello son los otras obras, arcos incluso, que De Urrutia y Arana realizó anteriormente en la ciudad de México.
El canal acuífero tuvo su origen en la ahora conocida como Alberca del Capulín, una pequeña represa ubicada en la población de la Cañada, cabecera del municipio del Marqués, lugar donde concurrían diversas afluentes tanto de lluvias como de manantiales. Fue la Fuente del Pilar, en el Templo de la Cruz, donde en al año de 1735 cayeron las primeras limpias y cristalinas aguas provenientes de la Cañada a través del canal. Antes de esta fecha el pueblo y crecimiento de la entidad se veían afectados pues sin agua potable ningún desarrollo parecía posible, debido a ello es que autoridades mandaron erigir una monumental estatua al Marqués de la Villa del Villar del Águila, precisamente en la pila donde naciera el hoy reconocido internacionalmente, Acueducto de la ciudad de Querétaro.
Para el cronista del ayuntamiento Gustavo Pérez Lara Hernández sería necesario que responsables del área respectiva del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), redoblaran esfuerzos para conservar y cuidar el estado de la edificación de la Alberca del Capulín donde la estatua de madera ya sufre los estragos del tiempo y en general para valorar las riquezas de la entidad que es ya una de las ciudades más importante de todo el mundo.