La estación Alameda, la más cercana al centro histórico apenas y tiene cuatro personas en su interior. El vigilante de una empresa privada asume funciones de guía para los usuarios que deciden entrar para abordar las nuevas unidades.
Algunos ya con sus tarjetas color morado, buscan entrar por los lectores, sin embargo el vigilante corre y les dice que será el viaje gratis. Regresa a la entrada y camina con sus audífonos. Frente a la estación, los demás usuarios observan, pero siguen tomando las mismas unidades.
Según el Instituto Queretano del Transporte (IQT) a través de sus redes sociales, de 11 de la mañana a 6 de la tarde los trayectos en las nuevas unidades serán gratuitos, hasta la inauguración formal el próximo domingo. La ventaja de estar dentro de las estaciones protegidas por cristales es la cobertura de las inclemencias del tiempo. Por lo menos el viento no enfría las mejillas o alborota el cabello.
Dos estudiantes del CBTIS platican entre ellos. Otras dos personas también esperan. Una pantalla, colocada para quienes van de oriente a poniente, es decir del tramo que conduce de Querétaro hacia El Pueblito, indica una ruta 9 que llevará a las 10:35, aunque hace tiempo que dejó de ser esa hora. Quizá sigan las pruebas.
Al cabo de 35 minutos, llega la nueva unidad china conducida por don Crisóforo Franco. Se le nota nervioso porque son los primeros traslados con usuarios. —¿Está bien el volumen de la música? Lo que pasa es que acá se escucha bien, pero no sé si atrás esté bien— dice Crisóforo a quien está más próximo en los asientos. La persona sólo asiente.
Una cámara colocada en el toldo de la unidad justo sobre las puertas, transmite directo a una pantalla dispuesta a lado del tablero del chofer, que muestra quien sube o baja. Si bien espejea, también observa la cámara para ver que todo esté bien.
Crisóforo cierra las puertas y arranca la travesía en las nuevas unidades. El cambio que se nota es que el chofer no va metiendo y sacando el clutch. Son unidades de transmisión automática, cuyas velocidades puede manipular con oprimir unos botones colocados a su lado izquierdo.
En el primer semáforo Crisóforo le pregunta a uno de los trabajadores de la empresa encargada de la puesta en marcha de los semáforos, si los del cruce con avenida Tecnológico ya están en funcionamiento. El trabajador dice que estarán cuanto antes. Arranca la unidad y el traslado se da sin problemas hasta la primera estación en curso: Escobedo.
Unos 50 metros antes de llegar a cada estación y parada, un pitido se escucha dentro del camión. Es indicativo de trasbordo de pasajeros. El conductor tiene cuatro botones a lado de la pantalla y aún no atina cuál es la que abre la puerta izquierda. Atina con el tercer botón. Abren las puertas del camión pero no las de la estación.
De pronto aparece, un inspector del IQT y le dice que tiene que pararse exactamente frente a las puertas y de forma sincronizada las puertas se abrirán. Y así pasa. —Aquí lo que falta es una señal o un marcador para que no pase esto, exclama Crisóforo.
En las estaciones hay poca gente. Quizá las redes sociales después de todo no tengan tanta amplitud y funcione mejor la comunicación pasando la voz , porque pocos eran los usuarios que sabían que los trayectos en las nuevas unidades eran gratis.
Los primeros obstáculos. El trayecto por el carril confinado se da sin problemas para el chofer. Sólo atina a acelerar, frenar y cuadrar las puertas. El problema se viene en el cruce de Tecnológico con Constituyentes porque el semáforo que indica el paso del autobús aún no funciona. La maniobra para girar levemente a la derecha e incorporarse en su totalidad hasta el carril preferente incluye espejear a los autos particulares y tocar la bocina del claxon insistentemente.
Crisóforo pasa el primer obstáculo en el que nadie se quería convertir en la noticia del primer choque con las nuevas unidades Qrobús, no obstante metros después un jeep estacionado sin intermitentes obstruyó el paso de la unidad. Nuevamente la bocina del claxon resuelve el asunto y el automovilista se retira a los carriles centrales de Constituyentes.
Pareciera que el encanto de la modernización del transporte se acaba cuando de compartir carriles con automovilistas se trata, porque en los espacios preferentes ocurren las decisiones improvisadas, las negociaciones con el claxon, la pelea por el paso de los vehículos y la astucia del operador.
Luego de sortear la parada de Plaza de Toros, un vehículo que traslada cristales, se estacionaba en el carril preferente. Sin empacho, los trabajadores recargados en la camioneta, sólo reían pero nadie se movía asumiendo una postura en la que le cedieron la iniciativa a Crisóforo. O se espera hasta que se muevan o decide brincarse al carril para automovilistas. Si pasa un accidente, los peritajes determinarán que fue culpa del chofer por brincarse a un carril que no es el suyo y reinicia el círculo vicioso del estigma al chofer y al transporte público.
“De hecho ese es el problema porque aunque tengamos la preferencia, les vale, no nos dan chance de pasar, para nosotros es más difícil tener que invadir otro carril de ellos, es el problema, hay varios estacionados sobre el carril de preferencia, creo que nos falta cultura”, afirma.
El conductor decide cruzar al carril izquierdo y pasa sin problemas. Cree que es necesaria una multa “que duela” para que no se estacionen en el carril preferente.
Tras la afirmación, un automovilista se empeña en ganarle el paso de la nueva unidad de Crisóforo en una vialidad de un centro comercial que desemboca al carril preferente. De último momento, la confiabilidad del claxon se hace presente porque el automovilista se detiene. No es que la tecnología solucione los problemas viales, ni que el vehículo por sí mismo tome la determinación de pasar antes que el camión de pasajeros. Es la tecnología la que ejecuta la decisión, pero la decisión forma parte de otros procesos sociales que el automovilista pone en marcha en cuestión de segundos. La bocina del claxon quizá fue la chispa de la supervivencia del hombre que intentaba ganarle el paso.
Al terminar Paseo Constituyentes que se convierte en la libre a Celaya, Crisóforo retorna para emprender el trayecto de poniente a oriente; es decir, desde Balvanera hasta la Universidad Cuauhtémoc. Tras este primer recorrido queda claro que el éxito de las nuevas unidades no dependerá de sincronizar puertas o lectores de tarjetas, sino de generar armonía con el activo principal del servicio: las personas.