La abuela María Guadalupe, de 65 años de edad, su hija Isabel, de 38, y la nieta, de 15, planearon y organizaron la caminata con tiempo, pues durante todo estos días no podrían atender a sus seres queridos, sin embargo, aseguran que no ocuparon ningún entrenamiento deportivo ni una dieta especializada, simplemente la fe y la experiencia que por generaciones han acumulado, a grado tal que llegan sanas y salvas, sólo con unas ampollas en la planta de los pies, que, dicen, son curadas inmediatamente después que pasan a hacerle una reverencia a la Virgen.
“Esta tradición tiene más de 150 años, la empezó el papá de mi papá y así poco a poco nos lo fue inculcando hasta que llegó a mí y también hice lo mismo; mis hijos fueron aprendiendo y así mis nietos. La verdad es que tenemos mucho que agradecerle a la Virgen, el solo hecho de estar aquí, de tener la fuerza y vitalidad de hacerlo cada año no se paga con nada.
“No nos entrenamos ni tenemos una dieta de deportistas, la fe es la que nos mueve, el saber que vamos a llegar aquí a ver a la Virgen eso es lo que nos da fuerza. Caminamos a nuestro ritmo, descansamos cuando hay que tomar un respiro y así, paso a pasito, es como llegamos, nosotros, no tenemos la costumbre de subirnos a un carro, todo lo hacemos como la tradición”, abundó doña María Isabel, quien adelantó que mientras tenga fuerzas, todos los años seguirá haciendo lo mismo.