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O riginaria de la comunidad de La Arena, municipio de Jalpan de Serra, en plena montaña de la Sierra Gorda, Margarita Ramírez Ortiz fue la partera oficial de la región durante más de 40 años. Heredera de una tradición ancestral, trajo al mundo a casi un centenar de niños, y utilizando recursos improvisados ayudó a dar a luz a infinidad de serranas que acudían con ella, “por su buena mano”.
Hoy, con 86 años, vive en el retiro, en su humilde vivienda, sin pensión alguna, sólo sus nietos le llevan de vez en cuando alguna despensa.
Llena de anécdotas y experiencia, de mirada fuerte y de respuestas cortas, platica a EL UNIVERSAL Querétaro como enfrentó la lucha por una de las profesiones que se están extinguiendo en la Sierra Gorda.
“Yo he atendido a las mujeres, porque pues antes no había ni quien lo hiciera, ya empecé grande, tenía 30 años. Recibía a los niños, les amarraba su ombliguito, les amarraba con un hilo y con tijeras bien desinfectadas con alcohol lo cortaba y los fajaba, como es la costumbre de las parteras”, cuenta.
Recuerda aquellos momentos en los que al escuchar el llanto se sabia que el parto había terminado, “yo pienso que he recibido a casi 100 niños, y ninguno se me murió; a las señoras les daba epazote para atacar los gusanos que las mujeres pudieran tener, y a luego se aliviaban, nunca se me pusieron mal”.
Doña Margarita afirma que nunca le falló el pronóstico del sexo de los nacidos, “mire, si la panza está dura, es niño, y si está aguadita, seguro que sale niña; nunca me he equivocado, incluso cuando han sido gemelos o cuates; cuando me dicen que van a ir al ginecólogo o que se sacarán ultrasonido, me da risa, porque lo práctico es lo mas seguro”.