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De vender gelatinas pasó a tener su local

De vender gelatinas pasó a tener su local
28/03/2013 |00:03
Redacción Querétaro
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María Carmen Padilla Ochoa fue ambulante en el mercado de La Cruz. Hace 35 años vendía gelatinas con rompope para sacar adelante a sus cinco hijos, pero después decidió comprar un local en el mismo lugar, donde ahora ofrece desayunos y comidas.

El problema que presentaba Carmen era el cansancio físico, principalmente, en las piernas por caminar diario para llevar a cabo su venta.

Ahora está por cumplir 31 años de ser comerciante establecida en el mismo mercado de La Cruz y piensa en su retiro por el dolor en las piernas —ahora— por la edad.

Recuerda que fueron cuatro años en los que se dedicó a deambular por el mercado y calles aledañas, sin embargo, decidió adquirir un local en La Cruz.

“Después de cuatro años de andar deambulando por el mercado y por las calles de los alrededores decidí comprar un local en el mercado de La Cruz y vender comida, fue comida porque es lo único que sé hacer”, explicó.

Actualmente, doña Carmelita —como la conocen los comerciantes— tienen 65 años de edad. Se casó a los a los 18 años, pasó 10 años como ama de casa, no obstante —lamentó— que su marido fuera irresponsable, pues no se hacía cargo de los gastos de su hogar, razón por la que decidió vender gelatinas en el marcado exactamente cuando tenía 30 años.

“En ese entonces yo tenía necesidad de mantener a mis cinco hijos y mi marido que no se hacía responsable de su familia”, narró.

Puntualizó que lo más difícil de su trabajo como comerciante informal era el deambular por las calles, pues el caminar durante largas distancias ocasionaba un cansancio excesivo, además de dolor en las piernas.

Asimismo, especificó que la relación con los inspectores del municipio de Querétaro no era buena, pues no la dejaban comerciar sus gelatinas, e incluso le decomisaban sus productos.

Ahora como comerciante establecida, Carmen paga al municipio por concepto de impuestos 600 pesos mensuales y 2 mil 200 pesos por licencia de funcionamiento al año.

Por lo anterior, la comerciante decidió comprar un local en el mercado de La Cruz, en el que María comercia desde entonces comida a las seis de la mañana hasta las seis de la tarde.

“Tengo una cocina en el mercado de La Cruz, en la que se venden desayunos y comidas hasta las seis de la tarde. Mi local se llama Antojitos Carmelita, y es mi patrimonio, a mí me costó mucho tenerlo, pero ahora es mi fuente de trabajo y en su momento fue el sostén de una familia entera”, refirió.

Una vida de sacrificios

Carmen reconoció que a pesar de haber sacado a su familia adelante, los sacrificios fueron muchos pues tuvo que abandonar gran parte de su vida personal, como amistades, intereses e incluso sueños que tenia de joven como convertirse en profesional.

“Este pequeño castillo que ahora logre con muchos sacrificios. Es mío, yo comencé desde abajo, primero eran desayunos y ya después inicié con la comida y que me ha ido bien”, relató.

A sus 65 años María busca su retiro pues explicó que a lo largo de su vida como comerciante ha creado un patrimonio para su vejez.

“Ya he formado un patrimonio que es para mí vejez, pienso retirarme y unirme a algún grupo de la tercera edad, a mí me falta hacer ejercicio, hasta de tomar sol porque me la paso aquí adentro en el mercado todo el día”, señaló.

Con respecto al trabajo femenino y las mujeres que creen que no pueden salir adelante sin un marido que les otorgue sostén económica la —ahora comerciante establecida— dijo, “opino que las mujeres que se la viven pensando que sus esposos las tienen que mantener, son flojas, tienen manos y piernas”.