La abuelita de Ximena estuvo enferma del corazón, hace 10 meses cuando comenzó el proyecto de arte, en la primaria rural pública de Alfajayucan. Antes de concluir su pintura, ella sanó.
De eso trata su pintura, un corazón y dos árboles: uno de ellos simboliza la sombra, oscuridad y falta de aire; otra parte es la luz y la esperanza. El cuadro está dedicado a su abuelita, la familia y el amor.
“… cuando lo empecé a pintar mi abuelita estaba enferma del corazón, pinté un árbol y en una parte del corazón no le da el aire, pinté una parte en donde sí le da aire y luz, y es otro árbol en el que mi abuelita se compuso”, dice Ximena.
Veintidós niños y sus pinturas, una escuela rural en donde falta de todo pero sobran las ganas de luchar por tener un futuro diferente, mejor que el de sus padres, de eso se trata la evolución: que cada generación sea mejor que la anterior.
Basta escucharlos para saber que tienen mayor preocupación y conciencia de la realidad actual de México y, sobre todo, propuestas de cómo mejorar esa realidad: violencia, bullying y contaminación, temas que no deberían estar en la cabeza de un niño, pero que dejaron de manifiesto en su creación.
Al lado de sus papás y hermanos, en un domingo donde la Casa de La Corregidora está a “medio abrir”, ansiosos, emocionados por conocer “la ciudad”, recorrieron los pasillos, murales y pisaron el suelo en donde hace 205 años comenzó a gestarse la Independencia de México.
Con la capacidad de asombro de los pequeños y que todo adulto debería conservar, llegaron al Palacio de Gobierno. En el patio central, uno a uno se presentó con la voz entrecortada de los nervios; algunos con tics movían un pie, o el brazo, o agachaban la mirada, pero al final con el valor y aliento suficiente para describir su pintura.
Adolfo Ángel Olvera, por ejemplo, con “El fruto del fut” plasmó una cancha de futbol y un balón “con estrellas que significan los sueños que puedo lograr y cuando uno crece el fruto va creciendo hasta llegar a una flor completa”, una muestra de que los sueños se hacen realidad.
María José, que dibujó la naturaleza, explicó que las personas “con suficiente valor son las que la cuidan, porque como tratamos a la naturaleza, ella nos tratará”.
Omar Martínez con “La violencia en la Tierra” se declaró preocupado por esta situación que se vive en la actualidad: “Cuando crezca no quiero que haya violencia”.
Al final, los niños colocaron su pintura en el piso como símbolo de la semilla sembrada y la esperanza de un mejor futuro, pese a sus carencias económicas.