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Cambiar de trabajo para iniciar un negocio no es fácil y menos en un lugar tan competido como la central de abastos de la capital, donde los diferentes comerciantes dependen de su trabajo y de su esfuerzo para subsistir.
María de Lourdes Jiménez representa uno de estos casos, ella cambio un trabajo de demostradora de cereales Kellog’s en tiendas de autoservicio, por el negocio de vender quesadillas y tacos de guisados en la nave número uno de la central de abastos, lugar en donde se proveen los comerciantes de los mercados de la zona conurbada.
María de Lourdes desde hace 10 años inicia sus labores a las 5:00 de la mañana y termina a las 4:00 de la tarde preparando en promedio 300 quesadillas para deleite de sus comensales.
“Vendemos quesadillas de papa, chicharrón, de copete, tinga, chicharrón prensado, huitlacoche, flor de calabaza, champiñón, y me vine para acá porque me gusta mi trabajo, atender a las personas, me gusta mucho, me gusta todo, hacer tortillas, preparar sopes, quesadillas, gorditas; si le pongo una calificación a mi trabajo comparado con el otro, las quesadillas tienen un nueve y el demostradora de cereal un cuatro, por lo que prefiero más este trabajo”.
Cada día llegan a su local, que no excede los 3 metros de ancho por 7 de largo, en promedio 200 personas, pero asegura que las ventas también han bajado y es durante el fin de semana cuando sus ventas se triplican. “Trabajar aquí es muy seguro, en los 10 años que llevo aquí nunca nadie se ha ido sin pagar y los asaltos no se han dado, claro, los muchachos que cargan nos cuidan a mi mamá y a mí.
Si alguien no quiere pagar, los que están aquí los convencen para que páguen lo que se comieron, entre semana son cerca de 200 quesadillas y gorditas las que preparo, pero los sábados y domingos si son como 600; ya aquí nos conocen y mucha gente viene a comer aquí con nosotros, el precio de cada quesadilla es de 8 pesos y con eso nos va muy bien”.
El trabajar en la central de acuerdo a María del Lourdes da la ventaja de que los guisos que prepara siempre sean del día, pues los comerciantes de legumbres le dan precio especial y si algo llega a faltar lo compran en el momento para prepararlo, lo único que dice le falta es un poco más de espacio, ya que los pasillos no permiten que los comensales accedan fácilmente al local, pero una vez adentro el trato cordial y el olor de la comida hace que se queden y consuman aun más de lo que tenían contemplado.
“Cuando empecé sí me las vi duras, porque muy pocas personas venían a consumir, mi mamá es la que se encarga de preparar los guisados y yo me encargo de lo relacionado con la masa, lo que nos distingue son las tortillas hechas a mano y el cariño que le ponemos a la comida; hay muchachos que han venido y se comen hasta 6 quesadillas y son grandes, ahora imagínese, si no esta rico lo que preparamos, tanto he mejorado que ahora tengo un carrito con el que me voy a mi casa todos los días, me tardé 5 años para comprarlo, pero ahora ya es más fácil el llegar aquí a trabajar todos los días”.