Julieta Mosqueda García arremete contra el cojín de entrenamiento que sostiene otra mujer. Lo golpea con el codo, también da golpes de martillo. A sus 62 años, la mujer aprende técnica de defensa personal que imparte personal de la Policía Municipal de Corregidora, pues nunca está de más saberlas, además de que ella experimentó situaciones de violencia en el pasado.

Julieta escucha con atención y observa los movimientos de los instructores Elizabeth Aurora Cornejo Silva, Miguel Ángel Escamilla Martínez, María Guadalupe Ortiz Ledesma y Gabriela Chavero Vigil, todos policías municipales de Corregidora, quienes en las instalaciones del Instituto Municipal de la Mujer de esa demarcación, acudieron a la presentación de la aplicación Alerta Mujer.

Instruyen a mujeres para defenderse de agresiones
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Tras la ceremonia protocolaria, alrededor de 30 mujeres toman parte de la clase de defensa personal. El oficial Miguel Ángel explica como derribar a un agresor al hacer palanca con el brazo y usando el cuerpo para nulificarlo.

Los rostros de las mujeres muestran incredulidad ante la llave, pero la ponen en práctica y sus rostros cambian. Se dan cuenta que pueden hacer el movimiento de manera sencilla, sin mucho esfuerzo.

Estas clases, dice, “me parecen excelentes, porque nos ayudan a protegernos de la delincuencia, de tanta violencia que existe tanto en el exterior como en el interior de nuestros hogares”.

Herramienta de reacción.

Julieta en varias ocasiones ha sufrido de hechos violentos en el transporte público y en su domicilio, nada más que en esos momentos no se sabe cómo actuar, por lo que las clases le sirven como una forma de reaccionar ante un ataque.

Dice que en la casa “nunca faltan los problemillas con la pareja, pero la supera uno quedándose callada, porque en una de las dos personas debe de caber la prudencia, porque violencia genera más violencia, entonces debe de haber prudencia, para que eso se calme”.

Agrega que en transporte público también ha sido víctima, pues incluso los delincuentes han usado armas de fuego para despojar a los pasajeros de sus pertenencias, “pero qué hacemos. Ni modo”.

Los instructores siguen con su explicación de otros movimientos para evadir la agresión. Miguel Ángel explica que muchas veces los agresores atacan por la espalda, por lo que un movimiento de palanca al brazo, tratando de alejar al atacante del cuello, evitando la asfixia, puede ser la diferencia entre ser víctima o escapar.

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La titular del Instituto Municipal de la Mujer, Cristina Fernández de Ceballos, toma parte de la clase. Viste de negro y con zapatos de piso, para poder hacer los movimientos con mayor comodidad. Invita a su equipo de colaboradoras a participar, y así lo hacen.

Julieta comenta con su compañera los movimientos que les enseñan y los practican. Se dan cuenta que, en efecto, un agarre del brazo, seguido de una palanca es doloroso y casi de manera automática el atacante cae al suelo.

“Una agresión de frente también se puede evitar”, dice Miguel Ángel, golpeando la partes “delicadas” del hombre. Explica que una patada o un rodillazo, si se está más cerca, puede dejar sin fuerzas a un rival. Practica el movimiento con su compañera Gabriela Chavero. En un momento, la práctica se torna más realista cuando la oficial propina una patada real al instructor que retrocede adolorido por el golpe. Gabriela se sonroja y ofrece disculpas, mientras algunas mujeres se compadecen del oficial, aunque otras ríen discretamente.

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Chicas de cuidado.

La clase sigue. Con cada ejercicio las mujeres ríen, pero se esfuerzan por hacerlos. “La falta de ejercicio”, dice una joven mujer, quien lleva a una bebé de escasos dos años de edad, mientras se toma el brazo dolorido.

Julieta interactúa con las demás mujeres, pues en cierto momento todas tienen que pasar a golpear el cojín con el cual practican los golpes con los policías.

Miguel Ángel les dice que el propósito de la capacitación es darles las herramientas básicas para defenderse en caso de una agresión, y tener tiempo de poder huir o pedir ayuda.

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Les dice que el ataque frontal, cuando un hombre la sujeta de frente y la quiere llevar al interior de un auto, y para el cual hay que golpear las partes “sensibles” de los varones, es eficaz para evitar ser víctima de un secuestro, ser subida a un automóvil, además de que un ataque rápido a un agresor lo tomará por sorpresa, dejándolo sin oportunidad de reaccionar.

Muchas mujeres asienten con la cabeza, otras más parecen recordar algún episodio de violencia. Julieta comenta con su compañera, quien asienta con la cabeza.

Surge una duda de una de las participantes: “¿Y si vamos con un bebé? ¿Cómo nos podemos defender?”

Miguel Ángel responde que existen técnicas para defenderse de un atacante con un bebé o un niño, “pero vamos por partes. Esto es lo básico. Luego, sin les interesa un curso así lo podemos programar”, señala el oficial de policía.

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Semilla de seguridad.

Las mujeres muestran interés en la capacitación impartida por cuatro expertos, de los cuales tres son mujeres. Las oficiales Elizabeth, María Guadalupe y Gabriela, son de estatura promedio y complexión esbelta. Gabriela, la más delgada de las tres, es con quien pone el ejemplo Miguel Ángel de los movimientos y técnicas de defensa. La joven mujer policía es fuerte, y parece que sin ningún esfuerzo levanta en vilo a su compañero en las llaves.

Las asistentes poco a poco se empapan en sudor. El esfuerzo físico comienza a notarse en ellas, que se despojan de las sudaderas, los suéteres, las chamarras, para seguir con la clase.

“El golpe con el codo es de los más dolorosos y no se requiere más que aventar el cuerpo hacia adelante para pegar, sin que vayan a lastimarse las manos, que es algo que muchas veces dicen cuando les enseñamos defensa”, explica el instructor ante ese pequeño grupo de mujeres que tras salir de ahí tendrán sembrada una semilla de seguridad.

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