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Cada día y a cada momento se les viene el recuerdo del terruño, extrañan todo, el aire puro, la brisa del viento, las tortillas, la tranquilidad y hasta los sufrimientos.
Distantes en otra tierra con otras costumbres, han tenido que adaptar su vida y hacer como si no pasara nada; sus hijos son cada día más gringos, y ellos se empeñan en regresar con los suyos, a no olvidar sus orígenes, a ser como aquella mariposa Monarca que cada año vuelve al hogar.
Son los migrantes lo que mueven la economía de la Sierra Gorda, y cada año son recibidos como verdaderos héroes, llegan con camionetas repletas de regalos y hasta muebles, los remolques vienen hasta el tope. Aquí se dibujan innumerables historias que son dignas de un guión de película.
Juan Gorrea Aguado, como la mayoría de los serranos, dejó su natal San Vicente en Jalpan de Serra por cumplir un sueño: “comprarse una bicicleta”.
“Me fui muy chavalo, y todo era por comprar una bici, era lo que más soñaba lo que más quería, y ya me quede toda mi vida en un país ajeno; allí me dedique a la construcción, primero de ayudante y después me motive y pude hacerme legal para que pudiera fundar mi propia compañía y emplear a puros mexicanos”, platica.
Juan Gorrea ha sido reconocido este 2014 como paisano del año, ha contribuido a muchas obras comunitarias, incluso en enero regaló 20 vacas para que la localidad pudiera producir sus propios productos, es un hombre sencillo, es de los pocos que el éxito económico no lo ha hecho ser diferente, sus hijos e hijas, estudian en universidad estadounidense, y cada año regresa con ellos “para que no pierdan sus orígenes”.
Otro caso es el de Enrique Sánchez, originario de la comunidad de Valle Verde, quien dice estar orgulloso de sus logros, “qué bueno que podemos regresar a casa, tengo tres hijos y mi esposa; me dedico a hacer techos de lámina desde hace 20 años; dejé de venir 15 años ya que no tenía papeles. Nos reciben de corazón, yo estoy convencido de que el sueño americano sí se puede cumplir; no estudié a mí no me quedo de otra más que salir del rancho para buscar la vida”.
Enrique tiene una compañía donde emplea a más de 60 personas, actualmente cotizada y con mucho trabajo durante el año; representa el sostén de toda una familia, hermanos que colaboran con él, sobrinos y primos que se quedan en la Sierra y que ahora estudian preparatoria o bien un carrera universitaria.
Héctor Moran es un migrante que ya tiene a toda su familia en Estados Unidos, pero no deja de regresar cada año a su querido Jalpan, “yo soy de los organizadores de la Caravana, y en el Día del Paisano siempre traigo equipo para el cuerpo de bomberos, tanto mangueras como botas y otro tipo de equipamiento, como una forma de agradecimiento al pueblo que me vio nacer”, comenta.
Héctor trabaja en un rancho de Texas cuidando ganado, cría y alimenta animales, “desde que llegué con los gringos es lo que siempre he hecho, ya que aquí en el rancho aprendí este oficio y me sirvió porque es con lo que he sacado adelante a toda mi familia”.
En contraste, Ramón Olvera llegó este año sin auto o camioneta, el camión fue testigo de sus pensamientos, “yo no la pude hacer, estuve tratando de pasar hasta por tres ocasiones, ahora está muy difícil, se me acabó el dinero, y en el último intento me agarró la migra, y voy saliendo de la cárcel, llegué pero de como me fui, pero vengo a este festejo porque también soy paisano”.
La mayoría de nuestros paisanos, buscan el llamado sueño americano, trabajar y tener una buena casa, una camioneta de “las grandotas” como dicen en estos lugares, traer muchos billetes verdes para invitarles “las cheves” a los amigos, para triunfar y encontrar en un país ajeno el éxito que en su tierra no pudieron tener.
Los migrantes son recibidos entre aplausos, convertidos en héroes, aunque sea sólo por un tiempo, ya que hay que emprender el viaje de regreso.