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El abuso infantil se denuncia más en zonas urbanas y en menor medida en las rurales, por lo cual existe una cifra negra de 95%, afirmó la presidenta de la Fundación Renace Pas, Mónica Gutiérrez, durante la presentación del libro El Juego, de la autora María Dolores Hernández González, quién durante su niñez sufrió de esta situación.
Gutiérrez señaló que actualmente en la sociedad es importante que se tengan claros estos conceptos, para que quienes sufrieron de abuso se puedan acercar a lugares seguros, donde tendrán el acompañamiento de profesionales.
Precisó que las personas que han sido abusadas, con los años, caen en las adicciones. Si un menor de edad fue violentado y nadie lo escuchó o ayudó oportunamente, cuando crece tendrá dos caminos: se va por el camino de las adicciones o se vuelve un agresor. En cualquiera de los dos casos se necesita brindar atención de manera preventiva, advirtió.
Subrayó que los agresores también necesitan ser atendidos, y más allá de su situación legal, se necesita atender su situación emocional y sicológica. “No sabemos lo que hay detrás, no sabemos esa historia de vida”, mencionó.
El presidente y vocero del Frente Queretano por el Derecho a la No Discriminación y el Estado Laico, Walter López, indicó, sobre la historia de abuso de María Dolores y que plasma en su libro, que por medio de este texto visibiliza uno de los miles de casos de abuso sexual que ocurren en Querétaro y que “desgraciadamente, por algo que tenemos en nuestra cultura del Bajío, que son los silencios familiares, se quedan ahí, en el alma, en la mente, en el corazón roto de muchas niñas, niños, adolescentes que han sido abusados”.
En su oportunidad, Hernández González narró que como forma de supervivencia las víctimas callan lo que les sucedió, viviendo con miedo y culpa.
Apuntó que el libro es una autobiografía, que comenzó su proceso de creación hace siete años, proceso que describe como difícil y doloroso, que muchas ocasiones pensó en abandonar, pues era una constante revictimización por parte de ella misma, que se veía obligada a leer una y otra vez lo ya escrito.
La autora agregó que terminó el libro porque era una forma de sanar. “Sabía que dejar de ser tan privada esta parte de mí me iba a ayudar a liberarlo. Y el día de hoy está frente a mí, ante mis ojos y me da mucho orgullo que se haya cumplido este sueño”, externó.
Precisó que su padre, quien ya murió, fue parte importante de la creación de este libro, pues durante los siete años que sufrió violencia, no le fue permitido contárselo a su padre, convirtiéndose en un trauma que hasta la fecha tiene que trabajar.
Respecto a las crisis que sufrió, añadió que sentía la necesidad de contárselo a su padre; sin embargo, no tenía la fuerza para hacerlo, pues vio a su madre sufrir demasiado por el abuso, y no quería causarle ese mismo dolor a su papá.
“Así que dije: ‘necesito hacer algo para que él pueda saberlo’. Todo empezó por él. Me costaba mucho trabajo dormir en las noches y cuando me costaba trabajo dormir, mi papá se tendía una cobija en el suelo y me empezaba a contar historias. A mí me gustaba mucho escucharlo, porque eso me relajaba y me hacía dormir”, narró.
Posteriormente, con toda la angustia y la depresión buscaba sacar esas emociones para no volverme loca. Y tomaba mi libreta y escribía lo primero que se me ocurría. Nunca escribí nada cuerdo, siempre fueron palabras sueltas, pero me liberaban. Me hacían sentir bien. Me hacían sentir tranquila”, comentó.
En medio de esa crisis, pensaba en decirle lo que le había pasado, pero le mentía, aunque necesitaba decirle de alguna manera. A los 15 años pensó en escribir un libro, que entregaría a su padre, a nadie más. Con eso, añadió, pensaba que sería menos el peso emocional que sentía.
María actualmente está al frente del proyecto de Desarrollo Humano a través de las artes de la fundación Renace.