Con fe religiosa, pobladores de Zituní claman a San Isidro Labrador que les mande “mucha agua”, sustancia que la autoridad terrenal acostumbra dispensarles desde un acuífero con déficit en sus reservas.
“Cada tercer día vienen de la CEA (Comisión Estatal de Aguas) para abrir las válvulas (del acuífero), y es cuando hay que aprovechar”, expresa Antonio Martínez, quien es mayordomo de la iglesia de Zituní, organizadora de la fiesta anual que homenajea al patrono del pueblo.
Grandes cuadros y rectángulos de tierra surcada para siembra son parte del paisaje que se aprecia desde las alturas de este pueblo de origen tarasco (tierra de zarzas) que parece yacer de pobreza sobre un cerro próximo a la cabecera municipal de Cadereyta de Montes.
Se trata de parcelas casi improductivas, según aceptan labradores del área. Y es que al no contar con agua para riego, sólo producen (maíz, frijol, sorgo, haba y chile) durante la temporada de lluvias, quedando en el olvido durante la prolongada sequía que afecta al semidesierto queretano.
Para colmo, la baja producción de las tierras apenas cubre el consumo familiar, quedando muy poco para la venta. “No hay apoyos para hacer negocio”, dice una mujer que remoja enmoladas para la comida de quienes trabajan en la preparación del festejo eclesiástico.
De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el acuífero del Valle de Cadereyta tiene un déficit anual de 74 mil 640 metros cúbicos. Dicha situación origina que el ayuntamiento tenga una disparidad en su oferta agrícola: apenas 165 hectáreas de riego contra 2 mil 740 de temporal, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Zituní tiene al agua como su mayor anhelo; ello además de otras carencias de servicios y de falta de empleo que golpean a todo Cadereyta, municipio que recientemente obtuvo una baja calificación del Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat).
Evaluado entre 152 municipios del país, Cadereyta de Montes resultó en último lugar dentro de la tabla correspondiente a Productividad y penúltimo en la de Equidad e Inclusión Social. Dichos datos figuraron en el Índice de Ciudades Prósperas (City Prosperity Index, CPI), presentado en 2017 por ONU-Habitat.
El análisis de ONU-Habitat evaluó también al área metropolitana Querétaro-El Marqués, así como a San Juan del Río, ubicando a ambas ciudades en un tercer lugar en Productividad, ello dentro de respectivas mediciones de urbes con más de un millón de habitantes y menores a 500 mil.
Realizado con auspicio local del Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores (Infonavit), el informe ONU-Habitat desglosó por rubros de interés social sus resultados para cada municipio, divulgando —en el caso de Cadereyta— los siguientes:
“Productividad. Alcanzó un indicador de 47.57. Esto significa que los factores productivos de la economía local son débiles y tienen un impacto negativo en la prosperidad urbana.
“Relación empleo-población. Refleja un indicador muy débil (37.16). Esto significa que la economía local tiene una capacidad limitada para crear oportunidades de trabajo.
“Equidad económica. La distribución del ingreso tiene un indicador débil (48.61). Tal disparidad reduce la cohesión social, favorece la criminalidad e infelicidad y limita el desarrollo.
“Tasa de pobreza. El porcentaje de personas en pobreza extrema lleva a un indicador muy débil (18.22). Esta situación muestra un bajo desempeño de la economía y la inclusión de los grupos vulnerables.”
Con 28 años, hijo de campesinos originarios de Zituní, Javier Valdés es uno de los muchos jóvenes de la región que se han convertido en braceros de casa, trabajando en los parques industriales de la capital queretana o de San Juan del Río, situados a distancias promedio de 50 kilómetros.
“A mi gente la veo cada domingo o dos: me quedo por allá, en la Claustros-Primavera (Querétaro), en una casa que rentamos con varios compañeros” dice Valdés, quien lleva ocho años laborando como obrero de una metalúrgica del parque Victoria II, donde percibe un salario semanal de mil 100 pesos.
Si bien acepta que goza de una estabilidad laboral en su empresa, Valdés se inquieta cuando piensa en el futuro, al no visualizar una manera en la que podrá llegar a contar con recursos para sostener a una familia. “Sepa cómo le hizo mi papá con tantos que éramos”.
Adolfo Ramos Palma, cadereytense de la comunidad de Villanueva, está por cumplir los 40 años, dice que ya no está en edad para trabajar como minero.
“Allá en Vizarrón, en lo del mármol, siempre hay chamba. Pero ya estoy viejo para andar en eso o meterme en las minas de arena. Es una friega y todavía te andan pagando con piedras. Esos, los patrones de las minas, son bien negreros”.
Fue así que Ramos Palma, después de ejercer muchos oficios durante dos décadas (agricultor, minero, albañil, obrero de industria y empleado de comercio), descubrió que podía duplicar o triplicar sus ingresos trabajando por su cuenta.
Hace dos años, con el apoyo de su esposa y con quien compartía un viejo automóvil Chevy, así como un conocimiento en la fabricación de helados, Adolfo habilitó una “nevería ambulante”, dotada de un megáfono puesto sobre el techo, desde el cual ahora va expeliendo música mientras recorre las comunidades en busca de clientela.
“Hacemos estas nieves en la casa, a la antigua, sin maquinaria ni nada; pura frutita picada y licuada, ya sea con leche o de agua”, explica Ramos, mostrando la cajuela del auto donde se guarecen dentro de una hielera cinco recipientes de metal dotados de sus productos.
“Saco poquito: de 2 a 3 mil pesos a la semana. Pero es más de lo que pagan por acá como albañil. Podría irme a Querétaro y ganar un poquito más, pero con los pasajes o la gasolina, saldría igual. Yo nunca me he querido ir de mi pueblo; si no, hace mucho me hubiera ido para Estados Unidos”.
Aún con todas sus dificultades, Adolfo dice estar contento de ser su propio patrón.
“Ahora que ando vendiendo mis nievecitas por los pueblitos, le digo a mi mujer: si nosotros nos quejamos, esa gente está peor. Si uno apenas tiene su cuartito de loza, ellos tienen sus cuartitos de lámina de cartón. Así están en San Juan de las Rosas, en Santa Bárbara, y también en camino a San Joaquín hay un lugar que se llama El Terrero. Está para llorar”.
A mediados de 2004, en la gestión de Francisco Garrido Patrón como gobernador de Querétaro, un grupo de inversionistas fue convocado en Cadereyta de Montes para crear un corredor industrial competitivo, como los que ahora florecen en otros municipios del estado.
Han pasado 14 años desde que la autoridad planteó destinar 188 hectáreas a un proyecto de desarrollo que estaría situado entre las comunidades de Vizarrón, El Palmar, Barrio de Guadalupe y Villa Guerrero, área donde ha proliferado la vivienda irregular y donde 72% de la población subiste con ingresos inferiores a dos salarios mínimos, de acuerdo con el Inegi.
“Pero el dichoso corredor se quedó pintado en el papel”, cuenta un empresario que pide a este diario no citar su nombre. “No busco hacer política, pero sí me quisiera recordarles allá en Querétaro que tienen muy tirado de la pena a Cadereyta”.
De acuerdo con el entrevistado, el plan para impulsar la productividad de este ayuntamiento fue posponiéndose con razones burocráticas, hasta que un día supo que se había estacionado “en lista de espera”, para dar prioridad al corredor aeronáutico El Marqués-Colón, contiguo del Aeropuerto Internacional de Querétaro.
Actualmente, la industria extractiva de mármol, arena, cal y otros productos de la tierra es, prácticamente, la única fuente de empleo relevante que tiene Cadereyta, al dar trabajo a alrededor de 8 mil jornaleros.
Constituida por una docena de firmas, el entrevistado cuestiona la operación en la zona de este giro industrial, afirmando que “hasta el mismo gobierno las ve como un mal necesario”.
“Estamos hablando de mineras viejas, fundadas hace muchos años, que dan trabajo a la gente, casi todo es eventual y mal pagado. Son simples extractoras de polvo blanco de las montañas, y como son casi las únicas que dan chamba, el gobierno no se mete con ellas.
“Pero esas marmoleras siempre han dejado dudas de cómo afectan a la ecología, y ni siquiera son una industria integral para Querétaro, sino meras exportadores de piedra en bruto que se la llevan en camiones hacia otros estados del país, donde sí le sacan provecho”.
“Mi humilde recomendación al gobierno del estado: ya es hora de voltear a ver a Cadereyta”.