Como un enlace entre la cultura otomí-chichimeca y la tradición católica, San Antonio de la Cal, Tolimán, preserva sus costumbres ancestrales para celebrar la Semana Santa. Entre rituales antiguos, la gente de esta pequeña localidad se reúne en la víspera del Viernes Santo para reiterar, año con año, la procesión del Santísimo y la práctica de la toma de la Amargura.
Esta pequeña población se ubica a pocos kilómetros del pueblo de Bernal, en el municipio de Ezequiel Montes y en la zona conocida como el Valle Sagrado otomí-chichimeca, delimitado por la Peña de Bernal, El Frontón y el cerro del Zamorano, donde hay más de 250 capillas familiares otomíes-chichimecas, 52 de ellas en San Antonio de la Cal.
Desde el lunes comenzaron las actividades correspondientes a la Semana Santa, con las procesiones de santos y vírgenes; la última es la del Santísimo, realizada este jueves, en la que participaron más de 200 personas de la comunidad.
Procesión
Antes del mediodía, la plaza principal de la comunidad se llena de color con las garrochas de listones que son llevadas por jóvenes y niños, quienes en la procesión son los encargados de resguardar la imagen del Santísimo; mientras que en el viacrucis de este viernes fungirán como los soldados romanos que detuvieron y crucificaron a Jesucristo.
Cada uno de ellos tiene un grado de acuerdo con el tiempo que tenga y las responsabilidades que haya adquirido. Las garrochas son carrizos de más de tres metros cubiertos por listones de colores que forman diferentes figuras a lo largo de ellas, sin embargo, hay otro tipo de garrochas que son más cortas y son portadas por hombres que tienen un mayor rango.
El contingente va encabezado por ‘Los mechudos’: un grupo de al menos cinco hombres que van vestidos de negro y usan una máscara que emula la figura de un diablo, además llevan una cabellera larga de color claro. De acuerdo con Felipe Hernández, uno de los mayordomos de la celebración, estas figuras representan el mal que existe en todos los lugares. Después de ellos van las figuras de yeso de santos y las advocaciones de la Virgen María que son cubiertos por lienzos púrpuras y son cargados en sus nichos.
Los nichos de las figuras son llevados por dos personas, mientras que delante de ellos se lleva incienso en un copal y algunos niños rocían Amargura, una bebida preparada con piloncillo y flores silvestres que es preparada en esta celebración. Casi al final del contingente, cuatro hombres con sombreros y cubiertos con velos rojos llevan la figura del Santísimo y detrás de ellos los acompaña un hombre que carga una cruz con la leyenda Jefe de cien soldados.
A las orillas del contingente, hombres vestidos de negro con sombreros y plumas resguardan el orden al caminar, mientras que se turnan para tocar una especie de silbato que hace un sonido como el de un caracol; estos sonidos también son acompañados por tambores y una flauta que refrendan el origen étnico de las costumbres adheridas a la celebración católica.
La procesión duró más de una hora y recorrió varias calles de la localidad. Inició y terminó en la iglesia de la plaza principal. Las garrochas son un elemento del color en este contingente, donde además las personas portan flores hechas de papel o de tela, y adornan con flores naturales los diferentes nichos de los santos y las advocaciones de la virgen que trasladan.
Al finalizar, los garrocheros vuelven a dar una vuelta en la plaza principal y se dirigen a la casa de uno de los mayordomos que ofrecerá la toma de Amargura. Al llegar a la vivienda acordada, los garrocheros son recibidos con comida y fruta de la temporada; a decir de los habitantes, se trata de un convivio antes de continuar con la travesía.
En una zona de la casa se coloca una fogata con carbón y sobre ella se colocan dos ollas grandes de barro en las que se preparó la infusión de piloncillo y flores, estas ollas son tapadas con un jarro y selladas con masa de maíz; esta bebida es ofrecida a quienes tienen mayor rango, así como a los mechudos.
Antes de iniciar con el ritual, se colocan las garrochas detrás de las ollas, así como una cruz que posteriormente es llevada a la iglesia principal. Los mechudos y la familia anfitriona limpian el lugar con incienso y hacen reverencias a las cruces, después las ollas son descubiertas por mujeres para entregar la bebida en jarros grandes para los hombres reconocidos y después se comparte en vasos comunes entre la gente que acude.
Costumbres
“Esta tradición nos la dejaron nuestros papás, abuelos, bisabuelos y se ha venido conservando a través de los años de generación en generación. Este pueblo, San Antonio de la Cal es otomí, nuestros abuelos lo hablaron, nuestros papás también; estas tradiciones y costumbres las hemos ido conservando”, explicó Felipe Hernández.
En general hay siete mayordomías, cada una encargada de la celebración de los santos y la virgen durante todo el año; los días previos a la procesión del santísimo se realizaron procesiones para San Antonio, San José, la Virgen de Guadalupe y la virgen del Rosario, entre otros, por lo que una mayordomía es asignada de forma individual.
“Las garrochas representan la unión de los pueblos, los colores significan la unión de las razas… los colores son la unión, la alegría de estar reunidos como en este momento”, agregó.
Después de la Amargura, los garrocheros realizaron el ritual del Agua fresca, el cual consiste en la toma de agua de lima con una infusión de flores que es compartida con la comunidad. Por la noche se efectuaron otras actividades correspondientes a la liturgia de los días santos, entre ellos la última cena y el lavatorio de pies.
Para este viernes santo, los habitantes de San Antonio de la Cal prevén la visita de gente de otras localidades, quienes los acompañarán en la escenificación del Viacrucis que será realizado por jóvenes de un grupo teatral; la pasión y muerte de Cristo de manera viviente es una de las tradiciones más importantes para esta localidad y por ello es que han buscado promover su difusión para que más personas puedan conocerlos