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Muñecas sin cabellos o sin una pierna, algunas rayadas y sin ojos; carritos sin llantas o con calcomanías despegadas o gastadas; peluches de oso y payasitos sucios y desgastados son algunos de los juguetes que se encuentran en el mercado El Salado y que gente de escasos recursos compran para poder llevar un presente a sus hijos y nietos en Día de Reyes.

Amelia Falcón levanta del piso lleno de polvo un pequeño tráiler de plástico sin cuatro de las ocho ruedas que llevaba originalmente. Lo sacude y pregunta por el precio. “Cinco pesitos”, le contesta la vendedora.

Amelia saca una moneda de cinco pesos de su bolsillo y sigue levantando los juguetes usados, porque necesita llevar la mayor cantidad posible para sus nietos y quien lo necesite.

Localizado en la delegación Iztapalapa, El Salado es un tianguis en el que se vende todo tipo de mercancía, sobre todo, como reconocen algunos de los locatarios y compradores, robada.

Iniciando sus actividades en la madrugada, cientos de personas acuden a buscar ropa de paca, celulares, zapatos, antigüedades, pero también y por temporada, juguetes nuevos y usados.

“Siempre vengo a este tianguis para ver qué puedo comprarle a mis nietecitos y a los niños que lo necesiten. Me gusta ver sus caras sonriendo de que les da gusto que reciban un regalo, pequeño, barato y sencillo, pero es un presente que a todos nos gusta recibir. No puedo comprar juguetes nuevos porque están carísimos”, dice.

Ame comenta que de niña a ella pocas veces los Reyes Magos le trajeron regalos, por lo que ahora trata de destinar un pequeño porcentaje de su dinero que obtiene como pensionada para comprar juguetes y repartirlos entre sus nietos el 6 de enero.

“Yo siempre quise un juego de té azul, de esos como de peltre, pero nunca me llegó. Siempre, y si me iba bien, me daban una muñeca de esas que ni movían las manos, pero se los agradezco a mis papás, porque no estaban en la condición de darme esas cosas. Por eso ahora procuro darle algo a mis nietos”.

Entre gritos de comerciantes, Amelia dice que disfruta mucho “chacharear”, “porque no sabes qué te vas a encontrar aquí en El Salado, si le buscas te encuentras buenas cosas y baratas”.

Ella junta una lapicera y dos muñecos despintados, y pregunta el total. “Son 35 pesitos, doña”, responde la comerciante. “Hasta que me muera seguiré comprando juguetes, usados, pero alegrarán a un niño y eso es lo que cuenta”.

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