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Un parpadeo para responder y estirar las extremidades son los únicos movimientos que Aldo Gutiérrez Solano puede hacer. Sus familiares comentan que los escucha y describen su estado de salud como estable; sin embargo, los médicos les han dicho que será “muy difícil” que el joven de 22 años recupere la conciencia.
Mil 95 días han pasado desde aquella noche del 26 de septiembre de 2014 cuando Aldo recibió un balazo en la sien que destruyó 65% de su cerebro, lo cual lo mantiene en estado vegetativo, debido a que el proyectil entró por la región frontal izquierda y tuvo salida por el lado derecho. Todavía se desconoce quién le disparó, así como sus motivos; tampoco se sabe del paradero de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Pese a que han transcurrido 36 meses desde el balazo que recibió Aldo, las esperanzas de su familia de verlo nuevamente en pie no decaen, como tampoco lo hacen las ganas de saber exactamente lo que ocurrió esa noche que quedó guardada en la memoria de los Gutiérrez Solano, la cual, sin importar el tiempo, aún parece un sueño del que esperan despertar pronto y retomar el curso de sus vidas.
Cada semana uno de los ocho hermanos encargados de cuidar a Aldo viajan al Instituto Nacional de Rehabilitación Luis Guillermo Ibarra Ibarra, donde permanece internado desde el 29 de abril de 2016, para saber cómo está, “platicar con él”, contarle lo que ha sucedido en su alrededor, le ponen música, las noticias y los partidos de futbol, en especial los del América, su equipo favorito, mientras él permanece dormido en estado vegetativo, tendido en una cama sin saber cuándo volverá a ser el mismo joven que gustaba de jugar futbol y aspiraba a ser maestro.
El miedo está presente. A tres años de esa fatídica noche del 26 de septiembre de 2014, cuando Aldo y otros estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa fueron atacados a balazos por policías de Iguala, Leonel Gutiérrez Solano, hermano de Aldo, comenta a EL UNIVERSAL que no pierden la esperanza de verlo recuperado; no obstante, confiesa que a lo largo de estos 36 meses el miedo ha estado presente en la familia. Están conscientes de que Aldo es una “pieza fundamental en el rompecabezas” del caso Ayotzinapa y el temor por la vida del muchacho permanece latente.
“Él corre un riesgo, sigue con vida. En el momento que llegara a despertar sería un problema muy grave para el gobierno, pues prácticamente él daría su versión, diría quién le disparó, cómo sucedió..., es muy importante su participación, es una pieza clave en el rompecabezas”, dice.
Como familia toman precauciones para evitar que atenten contra la vida de algún integrante: cuando salen miran para todos lados para checar que no los estén siguiendo, no le dicen a cualquiera quiénes son. Leonel afirma que han sido “muy cuidadosos” para evitar que alguien les haga daño y comenta que en el hospital donde Aldo permanece internado el acceso está muy controlado, únicamente ingresa la familia y, como el personal del nosocomio identifica a los familiares, no dejan entrar a nadie extraño. “Hemos sido muy cuidadosos. Si nos llegan a preguntar quiénes somos nosotros, preguntamos primero: ‘¿quiénes son ustedes?’”, dijo.
Leonel comenta que en estos tres años el gobierno no ha querido dar respuestas respecto al móvil de la agresión. A pesar de que han sido detenidas 130 personas (hasta septiembre de 2016), no hay respuestas concretas. “Queremos saber la realidad, por qué le dispararon de esa manera; es un coraje muy grande que les tenían a los muchachos, porque desaparecer a 43 chavos es algo muy complicado. A mi hermano le dispararon a matar. Queremos saber qué pasó; si el gobierno quisiera llegar a la verdad ya lo habría hecho, es mucho tiempo”, acusa.
Un milagro. Mientras relata el proceso de ir de un hospital a otro, Leonel saca su celular y muestra una foto de Aldo con su uniforme del bachillerato. Siempre la lleva consigo para recordarlo como era antes de ese disparo: como un joven trabajador, participativo y muy alegre. Sin importar el tiempo que ha pasado, Leonel y su familia piensan que toda esta situación es como un sueño, aún no asimilan verlo tendido en la cama del hospital sin moverse.
“Mi papá y mi mamá no alcanzan a asimilar qué le pasó a mi hermano, tienen esa duda de por qué le pasó eso a su hijo, nosotros les estamos dando fuerzas. Que diosito nos lo sane, eso sería un milagro, es lo único que esperamos. Al estar vivo significa que él quiere seguir viviendo”, expresa con voz entrecortada.
Después de recibir el balazo, Aldo fue trasladado al Hospital General de Iguala, Guerrero, y luego al Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, donde permaneció en un cuarto privado bajo un estricto cuidado médico y vigilancia.
En octubre de 2016 la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) informó que los médicos Calixto Machado, neurólogo del Instituto de Neurología y Neurocirugía de Cuba, y Mauricio Chinchilla, neurólogo de Costa Rica, se encargarían de valorar la salud de Aldo.
Leonel comenta que estos médicos siguen atendiendo a su hermano, lo valoran cada tres meses y les han recomendado llevarlo a casa y acondicionar un área específica para que pueda estar cómodo.