Se llama La Bodega y es uno de los 600 dispensarios médicos y/o recreativos que al cierre de 2015 habían obtenido una licencia para expedir cannabis y sus derivados en Colorado, Estados Unidos. Su propietario es Gabriel Sandoval, un estadounidense de origen mexicano que nació en California hace 38 años, cuando su madre, proveniente de Jalisco y con siete meses de embarazo, cruzó la frontera norte como indocumentada.

De acuerdo con la Colorado Pot Guide —un sitio donde se halla profusa información sobre la ubicación de los establecimientos que venden marihuana, los tours cannábicos y los hoteles “amigables” donde es posible consumirla durante la estancia— en ese estado se habían expedido, al 28 de diciembre pasado, más de 2 mil 500 licencias para negocios de este tipo, “900 correspondientes a dispensarios”. La guía asegura que en Colorado “hay más dispensarios de marihuana que Starbucks, Mc Donalds y 7 Elevens juntos”.

Sandoval explica que oficialmente son 900 licencias para dispensarios, pues los negocios que dan servicios médico y recreacional cuentan como dos. “Por eso aunque hay 600 dispensarios, son 900 licencias las que se han otorgado. Y cada mes hay nuevos números, siempre al alza”, agrega.

Las otras mil 600 licencias se refieren a los laboratorios que desarrollan medicamentos y productos a empresas que se dedican al cultivo, a las que producen los alimentos y a los médicos que pueden prescribir cannabis, entre otros giros.

Aunque se trata de un dispensario médico relativamente pequeño, La Bodega, abierta desde 2009, ofrece casi 10 variedades de cannabis, sativa, índica e híbridos, así como varios productos que contienen THC, la sustancia responsable de los efectos sicoactivos, como papas fritas, té, café, chocolate, gomitas, chicles y lápiz labial, entre otros. También vende pastillas y gotas con CBD, una cepa más medicinal, que prácticamente no tiene THC y que es usada por niños con problemas de epilepsia.

Raudel Mejía, primo de Gabriel Sandoval, explica que la cannabis sativa, cuyas cepas son originarias de países como Colombia, Tailandia y México, “sirven para darse un buen levantón, cuando uno anda muy down, mientras que las índicas sirven para los dolores y para relajarse después de un día ajetreado”, y provienen de naciones famosas por su cultura de hachís como Marruecos, Afganistán, Nepal y Turquía.

En su número de invierno de 2015, Cannapages, la sección amarilla de la industria de la marihuana en Colorado, hace una destacada mención del dispensario de Sandoval por dos de sus potentes mezclas: la Kong y la Sour Maui. La primera con un concentrado de entre 23% y 24% de THC, y la segunda con un 20%. Raudel explica que en las décadas de los 80 y 90 el concentrado de THC oscilaba entre 6% y 7%, lo que da una idea de lo potente de estas variedades.

Mejía, quien es oriundo de Jalisco e insiste en que le llamemos El Mariachi, destaca que mucha gente prefiere consumir gomitas o chicles porque tienen niños y no quieren contaminar el entorno infantil con el humo de la mariguana. Sólo en el ramo de los alimentos, en Colorado hay unas 100 compañías, subraya.

“Esto se ha convertido en una enorme oportunidad de negocios. Hay mucho empleo y miles de personas llegan a diario a este estado en busca de un ingreso”, dice Sandoval, quien ofrece a EL UNIVERSAL un tour por su invernadero, donde todas las plantas están rigurosamente etiquetadas con los nombres de los pacientes.

“La mayoría de los que vienen son enfermos de cáncer, pero hay también pacientes con diferentes tipos de epilepsia, estrés postraumático, dolores musculares, de huesos, producto de alguna fractura, y personas desahuciadas que no quieren vivir con dolor los últimos días de su vida”.

En el caso de un dispensario médico, el control es estricto. Los pacientes sólo pueden ingresar con un carnet que lo acredita como usuario de marihuana medicinal, no así en las tiendas donde se expende la recreacional, cuyas restricciones tienen que ver más con la edad y la cantidad que se puede adquirir: los compradores deben tener más de 21 años, y si son residentes sólo pueden adquirir hasta 30 gramos; los visitantes, hasta siete, es decir, dos gramos más que los permitidos en México.

Mientras nos muestra el cuarto donde se seca la yerba, Sandoval, quien antes de dedicarse a la venta legal de marihuana era electricista, cuenta que hace 10 años, cuando la cannabis aún era ilegal, fue contratado para instalar el sistema de iluminación en un invernadero. “Les propuse hacerles el trabajo gratis a cambio de que me enseñaran a cultivar mota. Fue un intercambio muy benéfico. Aprendí para mi autoconsumo, pero llegó la legalización y aproveché mis conocimientos para instalar este dispensario, donde cinco de los seis trabajadores son de Jalisco”.

Se niega a revelar las ganancias que obtiene, pero dice que este año montará un dispensario híbrido, es decir, una tienda con cannabis medicinal y recreativa. Para ello, Gabriel acaba de comprar un lote para poner un invernadero adicional de mil 500 metros cuadrados que se sumará al de casi mil metros cuadrados que está detrás del dispensario. “Entre licencias y local, haremos una inversión de más de 20 mil dólares”, dice.

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