“Cuando mi hija Claudia tenía tres años, me enteré que había sido abusada sexualmente por mi ex esposo”, narra con rabia Samantha, quien durante tres años ha buscado justicia para su primogénita.
Hoy, se conmemora el Día Nacional contra el Abuso Sexual Infantil y aunque no existen cifras exactas sobre este delito, para muchos menores de edad, “el enemigo está en casa”.
Según los datos proporcionados por organizaciones de la sociedad civil, 60% de los casos de abuso sexual a menores suceden en el hogar, y en muchos de estos, los principales agresores son los padres, los abuelos y otros familiares cercanos.
Samantha y su esposo se separaron cuando su hija tenía nueve meses, pero él convivía con ella frecuentemente. La madre dice que antes de que la niña le contara sobre la agresión, comenzó a notar que se tocaba constantemente sus genitales y le cambió el carácter, se volvió berrinchuda, se enojaba y pateaba, le tenía miedo a la oscuridad, se despertaba llorando y le costaba mucho trabajo dormir.
Un día, cuando la niña estaba acostada, le tomó la mano a Samantha y se la puso en los genitales: “En ese momento, pensé que ese comportamiento no era normal, comencé a preguntarle quién le hacía eso, y después verbalizó que fue su papá”, narra.
En el país, 60% de los casos de este delito suceden en el hogar, de acuerdo con el Diagnóstico sobre la situación del abuso sexual infantil en un contexto de violencia hacía la niñez en México, que realizó la organización Early Institute, en el que resalta también que siete de cada 10 víctimas son niñas.
El estudio de Percepción del abuso sexual infantil en México 2016-2018, de la organización Guardianes, menciona que en la actualidad se conoce que el padre es la primera persona en violentar a los menores, después los abuelos, tíos y otros familiares.
Números alarmantes
Entre 2016 y 2018 se registraron cambios en la cifra de personas que consideran que el riesgo de que un niño sea víctima de abuso sexual está en todas partes, de 34% a 55%, así como en la casa, que aumentó de 7% a 9%, mientras que disminuyó la idea de que hay peligro en la escuela, de 32% a 22%.
El informe que publicó Guardianes muestra que no se percibe que el abuso sexual infantil sea solamente violación, 73% cree que también se refiere a tocar los genitales de un menor, 66% masturbarse frente a un niño, 51% desnudarse frente a él y 66% ver pornografia que incluya a infantes.
Juan Martín Pérez García, director ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México, explicó que ocho de cada 10 casos de violencia sexual se dan en espacios de protección, es decir, en la casa, la escuela, la iglesia, los centros deportivos:
“Los perpetradores son siempre personas conocidas, que tienen una relación de poder, de dominio sobre el niño o la niña, con mucha frecuencia [se trata del] padrastro, el abuelo, los tíos o profesores”.
Un caso similar es el que vive Libertad, puesto que su hijo José lleva ocho años entre terapias y juzgados, a la espera de que procedan contra su padre, quien abusó sexualmente de él cuando tenía cinco años.
Todo comenzó cuando Libertad y su ahora ex esposo se separaron, después de que la encerró en su casa y ella tuvo que escapar.
En ese entonces, ella no tenía conocimiento sobre todos los tipos de violencia que existen, menciona que ahora se da cuenta que como pareja hubo problemas en el ámbito sexual, pero no le dio importancia.
Después de un rato sin contacto se volvió a acercar al papá de su hijo para que pudiera convivir con el niño.
“Un buen día mi hijo regresó de un fin de semana largo y me narró algo que yo no imaginaba que le podría suceder a un niño varón. Me platicó que había estado jugando con su papá con sus penes, me narró lo que eso había significado. No me permitió revisarlo ni tocarlo, me decía que yo iba a castigar a su papá, que me iba a enojar”, comenta Libertad.
Señales de alerta
“Desgraciadamente, para el tema del abuso, el enemigo está en casa, porque la principal persona que maltrata a los niños es la mamá, y el principal agresor sexual de los menores de edad es el papá o la figura paterna, el padrastro. También vemos que hay otras personas que son las que más abusan de niños, como el abuelo, el tío, una persona muy cercana a la familia o el hermano mayor”, alerta Rosario Alfaro, directora de Guardianes.
Mientras que Mario Arroyo Juárez, investigador y consejero de Early Instituto, indica que uno de los retos respecto a este delito es poder llegar a una cifra exacta, que actualmente no se puede fijar porque no se están registrando y no hay datos. Pérez García coincide con él y destaca que hay “una cifra negra” que la sociedad no conoce sobre este flagelo, la cual podría ser mucho más alta de lo que se cree. Los especialistas explicaron que es fundamental que los padres fortalezcan la comunicación y la confianza con sus hijos; además, es importante que estén alerta si notan algunas de las siguientes características en los menores: un cambio repentino de comportamiento, de ser sociable a tímido, que suben o bajan de peso, que tienen trastornos del sueño, dormir todo el tiempo o dejar de hacerlo, que sufren terrores nocturnos o que se orinen.
Tras vivir el abuso, José, por ejemplo, tuvo terrores nocturnos, se orinaba en la cama, bajó su rendimiento escolar, lloraba mucho, aumentó la cantidad de alimentos que ingería, tenía miedo de caminar en la calle y de ver a su papá.
Por otro lado, Claudia sufrió una regresión, volvió a gatear, se chupaba el dedo y en algún momento dejó de comer. Actualmente padece foliculosis por estrés emocional, sufre de dolores de rodilla por causa sicosomática, tiene problemas de sueño, padece dermatitis y acude con un paidopsiquiatra.
Sin justicia
Las mamás de ambos niños denuncian que los largos procesos legales que han tenido que llevar en su búsqueda de justicia sólo han revictimizado a los menores, porque las autoridades parecen confiar más en la palabra del agresor por ser adulto que en la de ellos. En ocasiones, los niños son forzados a tener visitas supervisadas con su padre, pese a la agresión.
El director de Redim explicó que “hay un principio jurídico, que termina siendo una forma de protección de los agresores: la víctima tiene que demostrar que el agresor estaba en tiempo, circunstancia y lugar. Esto significa que un niño pequeño, que no tiene necesariamente desarrollada toda la lógica espacio temporal, tendrá dificultades para saber si la agresión fue en la recámara, en la sala o si fue en la casa de otra persona, y también en el tema de temporalidad”.
Tras ocho años de llevar un proceso contra su ex pareja, hoy Libertad continúa luchando con José para que el delito no quede en la impunidad: “Lo que me interesa es que mi hijo sepa que vale la pena decir la verdad, que lo que le pasó no es cualquier cosa y que eso no se debe de repetir ni en él ni en otros niños y que se recupere lo más pronto, que pueda tener una vida normal”, afirma.
arq