Morelia, Michoacán.- Era la una de la mañana del miércoles 6 de septiembre de 2006 cuando la noticia empezó a correr como pólvora: las cabezas de cinco personas habían sido tiradas en un centro nocturno de la ciudad de Uruapan, Michoacán.
Esa madrugada, cerca de 20 sujetos irrumpieron en el bar Sol y Sombra, lanzaron disparos al techo y amenazaron a las bailarinas, al personal del lugar y a los clientes. Después, vaciaron las bolsas negras de plástico y el horror invadió la pista de baile: el contenido eran ¡cinco cabezas humanas!
Los sicarios dejaron una cartulina con la leyenda: “La familia no mata por paga, no mata mujeres, no mata inocentes, se muere quien debe morir, sépanlo toda la gente, esto es justicia divina”.
Los sujetos armados salieron del lugar y huyeron en tres camionetas: una pickup color gris y dos Cherokee verdes. La policía llegó 40 minutos después, pese al reporte.
Aunque ese hecho criminal ha sido referente del inicio de la violencia a mayor escala en la entidad michoacana, lo cierto es que no fue el primero. Tres días antes una mujer fue decapitada en otro punto de ese municipio.
La víctima, conocida como La Jefa, por ser tratante de mujeres y narcomenudista, fue asesinada, decapitada y abierta desde el pecho hasta el vientre. Estaba embarazada.
El cuerpo fue abandonado en el puente de Jicalán, a la altura de la colonia Delicias, en ese municipio ubicado a 110 kilómetros de la capital michoacana.
Según las investigaciones, la mujer fue asesinada por invadir con su droga zonas de distribución del grupo criminal contrario. La Jefa utilizaba taxistas, sexoservidoras y sexoservidores. Fue descubierta y, como consecuencia, asesinada con crueldad.
El inicio. Las autoridades ministeriales en turno explicaron que ahí inició todo, ya que La Jefa era pareja sentimental del capo Carlos Rosales Mendoza "El Tísico".
El cártel de La Familia Michoacana, que fundó Rosales Mendoza, responsabilizó del asesinato a sicarios al servicio del Cártel del Milenio y/o Cártel de Los Valencia.
Ese asesinato marcó el inicio de la crueldad y la violencia con la que se declararon la guerra y disputaron los dos grupos del crimen organizado con presencia en la entidad.
La guerra fue entre los cárteles encabezados por Armando Valencia y Carlos Rosales (detenidos por narcotráfico, pero que aún operaban).
Un mes antes, en agosto de ese 2006, ya habían sido asesinadas 88 personas en el estado, de las cuales, cuatro fueron decapitadas y cinco más desmembradas.
Las 79 restantes fueron asesinadas a tiros, de acuerdo con los registros de la entonces Procuraduría de Michoacán, que le atribuyó los homicidios a ese narcoantagonismo.
La violencia y los asesinatos se dispararon desde finales del año 2002, pero Michoacán no era un foco de atención hacia el exterior de su territorio.
Hasta que rodaron las cabezas en el Sol y Sombra, Michoacán fue la alerta de inseguridad para el país. Ahí se anunció la creación del cártel de La Familia Michoacana.
El gobernador de ese entonces, Lázaro Cárdenas Batel, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), canceló su asistencia a los actos públicos para los siguientes días.
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