En pleno Centro Histórico de la Ciudad de México, la gente detenía su caminata para voltear hacia el último piso del Centro Joyero, en Madero, pues en la cima de una antena ubicada en la azotea del edificio estaba un hombre que se resistía a bajar.

Mientras caminaban para hacer sus compras, las personas sacaban sus celulares y tomaban fotografías a distancia de aquel sujeto vestido con playera roja, pantalón de mezclilla y sólo un zapato.

Desde las 07:00 horas los comerciantes del Centro Joyero número 56 escucharon rumores de que una persona había entrado al inmueble, había roto una tubería, vandalizado unos tinacos y subido a la azotea.

Isabel, una de las comerciantes, llegó a las 10:00 para abrir su local, pero los policías no la dejaron pasar; le explicaron que el edificio permanecería cerrado hasta que los rescatistas pudieran bajar al hombre que al parecer, intentaba suicidarse.

En ese momento el hombre decidió bajar voluntariamente, pero un dron que sobrevolaba la zona lo espantó y volvió a treparse a la antena donde llevaba ya cuatro horas.

En las calles se escuchaban preguntas entre la gente que buscaba responder qué hacia ese hombre en las alturas y también hubo apuestas. Un señor, incluso gritó: “¡Por mayoría de votos, que se aviente!”.

Y aunque en el filo de la banqueta se escuchaban los gritos hacia el hombre para que se aventara, él también los escuchaba desde la cima de la antena. Para ese entonces en las calles ya se daban datos de aquél sujeto se llamaba Sergio y le calculaban unos 40 años de edad.

Los rescatistas del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas le preguntaban cómo estaba, por qué se había subido y si tenía algún familiar, pero él no contestó ninguna.

Lo que sí dijo es que el ruido de la gente que le gritaba desde la calle lo perturbaba y que un dron que sobrevolaba por la zona lo espantaba. Al principio Sergio pensaba que los paramédicos le iban a hacer daño, por eso evadía su ayuda.

Intentos fallidos.

Aunque a veces los dos rescatistas de cascos rojos y chalecos verdes estuvieron a pocos centímetros de tocarlo, y hasta los bomberos estacionaron una grúa para subir hacia la antena, nada fue suficiente para que Sergio bajara.

“Sergio estaba viviendo una situación de crisis, sentía pánico por las personas que estaban a su alrededor ya que tenía una visión panorámica desde la parte superior de la antena, estaba pidiendo que en cuanto bajara se le protegiera”, dijo Jiram, uno de los rescatistas.

Expectantes, los paseantes, vendedores, curiosos, policías, permanecían detrás de la cinta de seguridad amarilla que los mantenía al menos 10 metros alejados de la entrada del Centro Joyero, de donde salía y entraba personal de emergencias.

Después de cinco horas llegó a avenida Madero el jefe de la policía, Raymundo Collins, entró al edificio y subió hasta la antena para apoyar en las labores de rescate.

Una vez arriba pidió que los policías se retiraran y se quedaran sólo los paramédicos. Collins Flores se acercó a la antena y sintió que la estructura era frágil. En ese punto pudo hablar con Sergio, quien decía estar asustado porque un policía lo había correteado y no sabía por qué.

El funcionario, para convencerlo, le dijo “que si confiaba en Dios, que Dios quería que él estuviera vivo y que nadie lo iba a tocar, que confiara en mi palabra”.

Así fue que Sergio bajó después de seis horas de mantenerse en la antena del Centro Joyero, con un pie lastimado por las maniobras que hizo para mantenerse a gran altura.

Cuando bajó los más de seis pisos con el jefe de la policía, ambos salieron juntos del edificio. En la calle, con sus dos pies plantados sobre avenida Madero, Sergio volteó hacia la multitud detrás de la cintilla de seguridad y levantó la mano para saludar.

Los curiosos en cambio le tomaron fotografías y otros incluso le gritaron groserías. El hombre fue subido a una ambulancia y sacado del lugar.

arq

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