Sofía es ternura. Con apenas 4 años, la niña comprende que su madre, Karen Rodríguez Segura, de 35, y su padre, Arnoldo Zúñiga Orlich, de 36, son médicos que, a diario y sin cesar, están en el primer frente de combate a la pandemia del coronavirus y que, con rigor, deben respetar el aislamiento social, sin besos ni abrazos.
Aprovechando que, por más lejanía que exista, el teléfono celular es un instrumento valioso para acercar y liberar sus profundos sentimientos, Sofía envió el pasado 17 de abril por la red de WhatsApp un emotivo audio de solo 22 segundos a su madre:
“Te amo mucho, mamá. Te extraño, pero espero que el virus se vaya pronto para podernos abrazarnos, para poder jugar juntas. Extrañamos mucho darnos besos y abrazarnos. Sí, mami: saliste muy linda en la foto y te mando un rico abracito”.
Designada a partir del 24 de febrero anterior como directora del Hospital San Rafael de Alajuela, una ciudad a unos 25 kilómetros al noroeste de esta capital, Rodríguez confiesa los sentimientos que se le arremolinan al escuchar ese mensaje de su hija.
“De alguna forma uno necesita también sentirse, porque es muy difícil que usted le diga a una mamá que no llegue a comerle los cachetes a la chiquita de 4 años que ha estado esperando ver”, narra en una entrevista con EL UNIVERSAL.
Al alertar que “voy a pecar en la complicidad” al compartir el audio con este periódico, la doctora rememora que ese viernes “salí muy tarde del hospital y ella me mandó un audio. ¡Para que usted vea el educar a un niño de que entienda qué es la situación!”.
Con la angustia de la obligada separación impuesta por la enfermedad, y teniendo sus progenitores una responsabilidad superior como médicos costarricenses en hospitales públicos de Costa Rica, Sofía inventó con su madre una forma de saludarse, pero sin irrespetar ni traspasar los límites de seguir aisladas.
“Mi hija me saluda de piecito con piecito y hacemos abracito de espalda. Lo inventamos ella y yo, espalda con espalda. Es muy doloroso no poder saludar con besos o abrazos, pero tiene que hacerse”, explica.
Un rito similar cumple Sofía con su padre, un especialista en Radioterapia que está todos los días en contacto con pacientes con cáncer y labora en el Hospital México, uno de los principales centros públicos de salud de este capital.
Por eso, para la niña, también costarricense, “el asunto es doble”, cuenta esta médica general y especialista en administración en servicios de salud.
“Aquí [en la casa] todos seguimos el protocolo”, subraya, al relatar que su esposo y ella “incluso dividimos el cuarto. Yo estoy en una camita y él está en un colchoncito”.
“Él tiene a su cargo a pacientes oncológicos y aunque nadie nos lo ha dicho, así nosotros decidimos tomar un rigor porque él no puede salir positivo [de Covid-19]. Eso es imperdonable. Yo empiezo con algún síntoma (y) tenemos que tener la tranquilidad de que hemos tenido un distanciamiento suficiente para no pensar que él sea un sospechoso”, admite.
Las personas a las que Zúñiga atiende “son más débiles” por sufrir cáncer, detalla.
“Pensando en los pacientes de él es que nos hemos distanciado aún más”, dice.
Cuando regresa a su hogar, Rodríguez comparte la meticulosa cadencia a la que se somete:
“Mi hija no me saluda hasta que yo me bañe. Si yo ingreso a mi casa, los zapatos quedan afuera en una canasta que después se ingresa para lavarlos con agua, jabón y cloro en las suelas. La ropa queda en una canasta y paso directo al baño. Me baño con agua y jabón antibacterial. La ropa que me quité se lava aparte y se seca a alta temperatura”.
La vida de esta madre, esposa y también hija cambió “por lo más simple: el abrazo, el saludo, el convivir con las familias. Yo tengo un mes de no convivir con mis papas y eso que somos una familia muy unida. De no poder tener la paz de llegar a donde mis papas a sentarme a conversar, ver una película con ellos. Yo tengo más de un mes de que prácticamente no socializo con nadie”, refiere.
“Vamos a valorar eso, el compartir, el irnos a tomar un café, el poder ir a correr. A mí me encanta correr. Ese es mi deporte, mi válvula de escape. El no poder hacerlo porque no se puede, y hacerlo me parece incorrecto, o salir de la casa e ir a dar una vueltita al parque, porque está cerrado, todo eso lo vamos a valorar”, pronostica.