Hace tres años, Adolfo salió de su casa en un pequeño poblado de la sierra veracruzana para hacer su vida, y aunque mantuvo comunicación con su madre durante las primeras semanas, pronto cesaron las llamadas y ella lo comenzó a buscar.
El pasado 12 de marzo, los integrantes de la Brigada de Búsqueda Nacional en Vida lo encontraron internado en un hospital siquiátrico de Zapopan.
La manera en que llegó a Jalisco no está clara, pero el ímpetu con el que buscan las 80 familias que forman parte de la brigada fue lo que permitió dar con su paradero.
En su cuarto día de trabajo, el grupo visitó el Hospital Civil de Guadalajara, en donde un médico le recomendó asistir también al Instituto Jalisciense de Salud Mental (Salme), por lo que, con apoyo de la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas Desaparecidas, se dirigió al lugar.
“Cuando entramos, él nos preguntó qué estábamos haciendo ahí y nos dijo que lo sacáramos, que quería regresar con su familia”, explica María de la Luz López, coordinadora de la brigada.
Adolfo insistió con varias de las integrantes: les dijo que su madre vivía en Veracruz y que ella no sabía dónde estaba él. Antes de dejar el lugar, María de la Luz lo volvió a entrevistar.
“Me dijo que le llamara a su mamá y me dio un teléfono, lo empecé a apuntar en el teléfono y cuando vi que eran 10 números dije: ‘Aquí hay algo’. Él me decía: ‘¡Márcale!’ y le piqué. Cuando contestaron pregunté por su mamá y me dijeron que quién la buscaba, les expliqué lo que pasaba y me dijeron que llamara en 10 minutos porque la iban a ir a buscar, era la tienda del pueblo”.
Tenía apenas unos días que Adolfo había ingresado al Salme, adonde las autoridades municipales lo llevaron por considerar que requería atención siquiátrica tras cometer una falta administrativa bajo el influjo de alguna droga.
“A los 10 minutos volví a llamar y me contestó su madre: ‘Me dijeron que usted puede darme razón de mi hijo’. Me tocó a mí darle la noticia, le dije que lo habíamos encontrado, le expliqué quiénes somos y lo que estamos haciendo”, relata López.
El viernes 13 de marzo, la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas y autoridades de Veracruz contactaron en persona a la familia de Adolfo, pero sus hermanos desconfiaban, creían que se trataba de una extorsión, entonces decidieron comprarles un teléfono celular para poder estar en comunicación.
Los padres de Adolfo llegaron a Jalisco el sábado por la noche, después de viajar más de 15 horas en autobús. Tras hacer los trámites necesarios, pudieron reunirse de nuevo con él.
“A veces el regreso también es complicado”, dice María de la Luz López, porque “aunque estamos preparadas para todo, también sabemos que quienes se llevaron a nuestros hijos no lo hicieron para jugar canicas, sabemos que han tenido una vida difícil y es duro encontrarlos diferentes a como los vimos la última vez”.
Adolfo es parte de la cifra negra en las estadísticas de personas desparecidas en el país, su familia nunca interpuso una denuncia por lo complicado que les resulta desplazarse a un sitio donde la pudieran recibir. Su historia sigue siendo un misterio, pues él no ha revelado mucho al respecto.