Es propio de los estadistas, de quienes realizan su vocación política en el servicio a sus conciudadanos, trabajar en unir todo el poder del Estado, de las fuerzas nacionales dispersas, e incluso las divergentes, para construir un mejor futuro para sus gobernados. Por lo contrario, los ruines y miserables, buscan el poder para servirse de él para beneficio personal o faccioso; utilizan las instituciones y el poder del Estado para medrar a su favor. Para ellos el “divide y vencerás”, es una manera efectiva de eliminar oposiciones y convertirse en el vértice y pináculo del poder.
Los últimos cuatro años, el poder se ha ejercido para confrontar a los mexicanos; cumplir caprichos y ocurrencias personales, e intentar reinstaurar el viejo régimen autoritario del PRI, mediante la destrucción de las instituciones y el aniquilamiento de los contrapesos, que deja inerme a la sociedad ante el nuevo autócrata.
Como Vito Corleone, el personaje central de la novela de Mario Puzo, “El Padrino”, hoy todos obedecen a AMLO no por la fuerza de sus razones o convicciones, sino por su saña para castigar o destruir a sus adversarios.
A diferencia de los corruptos que militan en Morena y en el gobierno, que gozan de impunidad, los que no están en sus filas, tienen dos opciones: ser redimidos si se doblegan y sirven al poder presidencial, como los gobernadores del PRI que en las elecciones de 2021 y 2022 entregaron los estados a Morena a cambio de impunidad y posiciones en embajadas y consulados; o, como en el caso de los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el presidente del PRI y algunos dirigentes del PAN, amenazados con ser castigados por sus corruptelas con todo el peso de la ley.
Bastó con que a sus alfiles en la Suprema Corte de Justicia de la Nación los acusara de ingratitud para que, al margen de dictámenes técnicos sobre la legalidad de la prisión preventiva, cambiaran su decisión y se comprometieran a mantener esta figura que le da a AMLO poder excepcional sobre sus críticos y adversarios.
La saña presidencial contra el muy cuestionable Alejandro “Alito” Moreno, presidente del PRI —gracias al apoyo de AMLO—, se debe a que vinculó a su partido a “Va por México” y pone en riesgo los triunfos de Morena en las elecciones de 2023 y 2024; a que suscribió una veda legislativa que evita las reformas constitucionales que AMLO requiere para revivir al viejo PRI. Estos motivos le han valido una andanada de ataques de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, quien ha dado a conocer, de manera ilegal, audios que hablan de presuntos malos manejos durante su gestión como gobernador de Campeche —hasta ahora no comprobados—, por los que lo amenazan con desaforarlo y llevarlo a la cárcel.
Un tercer caso, es el “Cártel inmobiliario” que alcanza a algunos dirigentes del PAN en la Alcaldía Benito Juárez, en el Congreso de la CDMX y en la Cámara de Diputados.
El punto no es el necesario y justo castigo a los corruptos, sino la “doble moral” y el uso faccioso de la justicia y de las instituciones, por parte de AMLO, para reprimir a sus opositores, y la ceguera ante las corruptelas de su secta.
Queda claro cómo se aplica la sentencia “cúmplase la ley en los bueyes de mi compadre” esto es, el uso ideológico y faccioso de recursos públicos en contra de críticos y adversarios y el encubrimiento de los escándalos y corruptelas de los miembros de la secta. Manuel Bartlett, ahora converso, es el mejor símbolo.